Extra I

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Mark Harvet:

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Mark Harvet:

Uno.
Dos.
Tres.

Suelto el aire y vuelvo a inhalar.

—Joder. ¿Esto es normal, Rachel? Llamaré a la doctora —hablo tan rápido que pienso que mis palabras se mezclan y nadie sería capaz de entenderme. Durante estos casi ocho meses he estado acostumbrado a los gemelos moviéndose con fuerza en el vientre de Rachel... Pero hoy parecen estar en, como mi esposa lo había denominado, una danza de felicidad.

—Estoy bien, ya va a pasar y... ¡Mierda! —expresa alaridos de dolor mientras clava las uñas en mi muñeca, aferrándose a mi piel—. Lo siento, lo siento.

Me suelta, llevando las manos hacia el cuero del sofá donde está sentada, se le escapa un nuevo chillido, continúo en cuclillas frente a ella, sin tener menor idea de que hacer. Mi único pensamiento es que soy yo quien debe disculparse. ¡Está sufriendo y ni siquiera sé cómo minorar su dolor!

— Siento que tengas que pasar por esto —comento apenado.

Rachel fuerza una sonrisa y joder... Intento guardar la calma, ninguno de los dos está preparado para esto, mucho menos ella quien evidentemente es la que lleva la peor parte. Por un instante parece que las contracciones pararán como en las ocasiones anteriores, pero su rostro se descompone indicándome lo contrario.

—¡Ah! —grita acompañando sus lamentos con un sin número de insultos.

No espero más. Tomando el móvil llamo a Alexandra, siento alivio cuando ella contesta. Mientras le respondo cada detalle del estado de Rachel, sostengo la mano de mi mujer y me hace sentir un poco mejor cuando ella la estrecha con fuerza en un intento de aliviar su propio dolor.

—Las contracciones tiene una duración de quince segundos —Rachel vuelve a gritar, me alejo un momento el móvil de la oreja para poder observar el reloj en mi muñeca—, de veinte segundos.

Retracto mi información a la doctora. Ella continúa interrogándome y tras varias respuestas con frustrante calma me dice:

—Señor Harvet, debe traer a su esposa aquí, según lo que me indica, es probable que esté entrando en labor de parto. ¿Necesita que le envíe una ambulancia?

—La llevaré ahora —informo sin ganas de esperar un  segundo más—, debemos ir, ¿cariño, puedes caminar hasta el coche? ¿Te cargo?

—Las contracciones están desapareciendo, puedo sola —sisea haciendo una mueca de dolor—, ve por la pañalera, amor.

Pide. Me parece una locura dejarla sola ahí, pero vuelve a insistir. «No tardo» Indico subiendo a toda prisa las escaleras en busca de la maleta que afortunadamente Rachel junto a su abuela y mi hermana, organizaron desde hace unos días.

—¿Hay algo más que debamos lle...? ¡Joder! —al regresar a la sala siento que el alma abandona mi cuerpo. Ella está de pie, con las manos en el vientre, mientras en el suelo la rodea un pequeño espacio de líquido acuoso.

—Mark, he roto fuente  —el tono de su voz está lleno de preocupación y miedo.

—Todo saldrá bien, cariño —le digo soltando un suspiro profundo al tiempo que me acerco a ella—, vamos.

Admiro la valentía que tiene, aún en medio del dolor camina sin ningún problema hasta la cochera. En un intento de ayudarla a entrar al coche, sostengo su vientre de la misma manera en la que ella lo hace. Y ahí están. Mis hijos haciéndose presentes.

El corazón se me acelera con brusquedad,
eso no son pataditas, ahí dentro hay una batalla.

Durante el camino mi esposa inhala y exhala, la acompaño discretamente en su respiración pausada. Tengo tantos sentimientos encontrados, me emociona saber que el día ha llegado —conoceré a mis hijos. Johan y Matthew—, aunque, sinceramente también estoy muerto de miedo. Por ellos y por mi mujer.

—Estaremos bien —asegura, lo que me hace pensar que nota mis nervios. Tomo su mano, creyendo firmemente en su palabra. Todo saldrá bien—. Ah. Joder.

Murmura una nueva ola de insultos, las contracciones han regresado. Afortunadamente el tráfico no es mayor, pero escucharla quejarse me hace querer rebasar por encima cada jodido coche, Rachel mantiene sus ojos cerrados, sin embargo, las lágrimas que ruedan por sus mejilla rompen mi corazón.

— Joder, Rachel, lo siento, no puedo soportar verte así, Perdóname ha sido mi culpa, yo... No dejes que vuelva a tocarte...

¿En clases no? - BORRADOR 2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora