Para todo el mundo

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  A veces pienso que no soy para este mundo.

Que aquí solo sobreviven los fuertes, y los valientes y los que apenas sienten.

Los que toman una decisión, y la toman con todas sus consecuencias.

Los que dudan, sí, pero dudan de forma pasajera, nunca permanente.

Es un mundo para quienes siempre tienen la razón. Para los que no se equivocan.

Un mundo donde la justicia se aplica según nos convenga.

Un mundo, donde sonreír, es casi una obligación.

Por eso sinceramente pienso, que no soy para este mundo.

Porque soy débil, y lo reconozco. Porque la valentía me aparece cuando ya es demasiado tarde. Porque siento, siento mucho y muy intensamente.

Tomo una decisión, pero la tomo a medias. Porque hoy te digo que no volveré a hacerlo, y mañana, lo vuelvo a hacer.

Y dudo, dudo a cada instante. Sin descanso. Con la eterna discusión interna de no saber si estoy haciendo lo correcto.

Me equivoco constantemente, quizá por pretender acertar siempre. Y no es posible. Muchas veces no tengo la razón. O la tengo, y la pierdo por no saber escuchar, por no ponerme en otra piel.

En mi vida la justicia no es variable, es implacable. Es lo más parecido al karma. Si lo haces, lo pagas. Y si no lo pagas, lo pagará alguien que no se lo merece.

Y sonrío, claro que sonrío. Pero no por defecto. Sino por virtud. Sonrío cuando hay motivos. Cuando mi cara se estira de forma involuntaria. Sonrío después de haber llorado mucho, y antes de volver a hacerlo otra vez.

No sé, creo que no soy para este mundo.

Pero es el único.
No hay más.
Así que toca abrir los ojos.

Porque este mundo, es el mismo mundo, para todo el mundo.

Astronomía de tus lunaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora