Los mejores besos no son los que dejan marca.
Esos suelen llegar tras una noche de excesos.
Tras una noche de copas, lencería y rojo carmín.
A esos besos les sobra pasión y les falta intención.
Son besos pactados.
Besos comprados.
Besos sello.
Los que te recuerdan que ahí has estado.
Pero solo durante una noche.
Porque al día siguiente ya no sirven.
El sello se ha borrado.
Y aquí no ha pasado nada.
Los besos de verdad son los que tienen sabor.
Los que te hace repasar con la lengua cada comisura de los labios.
Los que llegan de forma inesperada. Y se quedan. Mucho tiempo.
Esos son los mejores besos.
Besos limpios.
Besos lentos.
Besos acompañados de caricias en el pelo.
De giros imposibles de cabeza.
De lenguas que se escapan.
De suspiros y gemidos.
Besos que bajan vestidos, desabrochan corbatas y despiertan vecinos.
Párate a contar los días que llevas sin recibirlos.
Los que llevas sin poder darlos.
Y los que deseas volver a tenerlos.
Tú eliges.
Es fácil.
O que te bese otro y se corra el pintalabios.
O que te bese yo... y nos corramos los dos.
ESTÁS LEYENDO
Astronomía de tus lunares
ŞiirCuando la astronomía te pide que escribas, y sus lunares te exigen escribir. Antología de poemas y canciones. Cuando el corazón habla y la mente recuerda.