1. Kwan Lee

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5:30 am y ella recién salía de su trabajo, un bar en la calle 66 de la gran ciudad de Seoul, Corea del Sur. El sol aún no asomaba, las calles aún eran iluminadas por los faroles nocturnos, el aire estaba cálido, sin un intenso frío ni un agobiante calor, como se supone que debía ser una primavera. Amely llevaba puesta una chaqueta ligera con unos pantalones negros ajustados y sus típicos bototos negros. Su cabello oscuro y largo ocultaba parte de su rostro blanquecino, este mismo aveces danzaba por la brisa del viento, logrando molestar sus labios y parte de sus ojos achinados.

Esa madrugada había notado algo diferente en el aire, algo que antes había presentido. Al parecer nuevamente debía escapar de algo o de alguien, aunque no estaba completamente segura, a lo mejor sólo era una bobada de ella. —Bien, vamos a casa—susurró para ella misma mostrando una leve sonrisa, entonces se dispuso a caminar por las calles sin preocupación alguna. Los pasos habían durado unos 15 minuto con tranquilidad, incluso se tomó el tiempo de pensar que podía desayunar al llegar a casa, fue entonces cuando un hombre vestido de traje de color oscuro se detiene en frente de ella.

 —Aquí estas.

Dijo este sonriendo amplia mente, incluso mostrando sus dientes, como si su dentadura fuera muy bonita.

—¡Son ustedes!

Exclamó Amy asustada, comenzando a correr desde la estación de metro hasta la calle. Pasó por varios pasajes, algunos muy estrechos y otro bastante holgados, sin embargo, sentía que sus pasos acelerados eran más que en vano. Aquellos hombres con ropa del mismo color la habían estado siguiendo desde la salida de su trabajo nocturno. A este paso la chica conseguiría premio olímpico de tanto arrancar de los  hombres que enviaba su padre, aún así, uno de ellos la había atrapado en la quinta avenida, cerca de la cafetería 24 horas.

—¡Suéltenme!—gritó Amy, sujetada desde su cintura. El hombre cual era grande y con brazos anchos rió de ella sin control tomando un poco el aroma de su cabello por mero gusto. Mientras que dos de ellos la miraban fijo con la sonrisa en los labios.

—Debes venir con nosotros—dijo uno de ellos prendiendo un cigarrillo: este tenía una marca en su rostro, era más bien una cicatriz que danzaba desde su ojo derecho hasta la mejilla del mismo lado. —No pongas resistencia, has que nuestro trabajo sea más a meno —rieron a la vez que un auto gris se detenía en frente de ellos. Todos subieron junto a Amely.


Sabía muy bien donde me llevarían... No deseaba verlo, su rostro siempre me dejaba mal... Llevábamos la misma sangre, sin embargo, odiaba ser parte de él


Al entrar a la mansión Lee, los nervios y malos pensamientos de Amy comenzaron a perturbarla, no deseaba estar ahí, a pesar de no a ver vivido jamás en ese lugar, los pocos recuerdos que tenía de este eran siempre muy malos; la forma latente de como estaba todo hecho creaba una reacción en ella bastante inusual. Las cortinas de color pastel y los muebles relucientes la hacían pensar que visitaba a la realeza, no obstante, entendía que ese lugar era un infierno.

Al llegar a la gran puerta de mármol, la joven forcejeo un poco intentando zafarse del agarre sin obtener éxito en su hazaña. Desistió.

—El señor te verá aquí  —mencionó uno de ellos.

Al ya entrar lo vieron a él: un hombre muy apuesto de unos 42 años, piel blanca, cabello negro, manos firmes, ropa elegante, voz varonil y un perfume que neutralizaba cualquier olor. Él estaba parado en frente del ventanal de su oficina, no sabemos si observaba la naturaleza de su jardín o sólo hacía parecer que era bastante interesante. Su nombre era Kwan Lee, heredero de una de las familias de Chaebols más influyentes del país asiático.

Amely (Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora