31 YíFan

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Lamio sus labios unas cuantas veces a la vez que tocaba su cabello que se hacía caer por sus hombros; estaba tan nerviosa que ya imaginaba su cuerpo en el suelo, postrado entre las carcajadas de muchos ¿Pero de quién? Si ahí no había nadie que la estuviera observando, claro que el supervisor de las cámaras de seguridad si lo hacía, pero no era de mucha importancia ahora.

Se retorció en su posición cuando al segundo llamado sintió ruido al otro lado de la puerta, pues el chico que la esperaba ya estaba ahí, dispuesto a saludarla y darle la bienvenida.
Amely retrocedió un paso cuando sus ojos visualizaron como la puerta comenzaba abrirse, poco a poco, dejando a su vista aquella persona.

—Bienvenida, Srta...— dijo con voz extremadamente grave un joven de cabellera rubia y ojos cafés; sus labios acaramelados mostró la blanca sonrisa y su poco pudor desfilaba el torso desnudo, muy bien marcado por el ejercicio y la buena alimentación—. Perdone mi poca cortesía, por favor pase ¿Desea tomar un Martini? —dejo entrar a la asiática quien lo miraba atontada, como si hubiera visto un príncipe azul con poca ropa.

Amely acepto el Martini, aunque hubiera preferido un rico vino añejado; posteriormente tomo lugar en aquel elegante sofá de cuero blanco dejando a su lado la pequeña cartera que sostenía su hombro.

—Espero sea de su agrado —sonrió el hombre tomando asiento al lado de ella, bastante cerca para cortar la distancia y la incomodidad.

—Muchas gracias —dijo ella con un susurro, aunque simplemente el habla no salía, estaba bastante sorprendida de lo apuesto que era su acompañante.
Bebió lento de la copa, estaba más preocupada de aquellos detalles del joven, como por ejemplo aquellas perforaciones en las orejas, labio y ceja, además de los tatuajes que cubrían el brazo izquierdo por completo y uno que cubría parte de su espalda, ambos con significados fuertes sobre la mafia o la guerra—. Son tatuajes muy interesantes— soltó Amely quebrando el silencio prolongado, sacando una leve sonrisa del él

—No creo que haya venido hasta aquí para halagar mis tatuajes — liberó con una amplia sonrisa a la vez que se acercaba a ella para quitar de su blanca zurda aquel Martini y dejarlo sobre la mesa de centro, todo aquel movimiento lo hacían sin quitarle los ojos de encima, como si el depredador acechara a su presa sin cautela ni miedos—. Ya no hablemos...

Susurró tan cerca de sus labios que un beso pudo ser el comienzo, pero la asiática desvió el rostro mientras la traviesa sonrisa mostraba aquellos blancos dientes, el joven había dado el paso para entretener las cosas.

—No, no... No puedes besarme en los labios... —dijo ella—. Es mi condición. Con lo demás de mí, has lo que se te plazca —mordió Amely su labio inferior, como si aquel gesto fuera el punto de partida, ya que él rubio acató la instrucción posando sus labios en el cuello dejando así rastro de él, como si de un camino al tesoro de tratase. 



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Amely (Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora