36. Ataque al Corazón

28 2 0
                                    


—Debes comer estas frutas. El doctor dijo que te hará muy bien para tu cuerpo.

—Tú... ¿Tú las cortaste? —consultó él observando los recipientes con diferentes frutas cortadas de forma redonda.

Ella asintió al mismo tiempo que entregaba un tenedor al rubio. Se aseguró que comenzará a comer, pues cuando lo hizo se ubicó a su lado sentada en una cómoda silla.
Lo miró desde su posición, anhelaba saber la verdad de aquella noche, de cómo había llegado hasta su casa en ese estado. Había sido prudente los ultimo 4 días, pero estaba cansada de esperar por respuestas.

—YíFán... —susurró para luego pegar un suspiro largo que saco todo aire contenido en su pecho, el mismo que había dejado atrapada la ansiedad y el molestoso pesar de la incertidumbre. Quería preguntar—. Quiero saber...

—Te lo diré

Interrumpió cuando fijo sus ojos en ella, analizándola una vez más. Sabía para donde iba todo, aunque lo estuvo esperando desde el momento que despertó no había podido hablar por temor, por un ahogo en su pecho que lo detenía, pero sabía perfectamente que la curiosidad iba a despertar en ambos tarde o temprano.

Ante aquellos achinados ojos que parpadeaban abanicando sus pestañas, YíFán tiro la primera piedra sin problema alguno.

— ¿Ella es familiar tuyo? ¿O algo que tenga que ver? —el silencio carcomió a ambos por unos cuantos segundos—. Me refiero a YoonHa... ¿Quién es ella, Amely?

El nombre de esa mujer era ácido para su interior tanto que al escucharla tuvo que cerrar los ojos y maldecir a los cielos por su existencia pues una vez más Lee YoonHa se entrometía en su vida.
¿Hasta cuándo iba a durar todo esto? Aquel odio era completamente enfermizo, era una tormenta en un pequeño vaso de agua, un jodido encantamiento de hadas, una brujería.

La existencia de esa mujer era una maldición.

—Es mi abuela —con vergüenza respondió, la misma que ahora simpatizaba con la culpa.

— ¿Tu abuela? Bueno, eso pone todo aún más confuso para mí —respondió él dejando la fruta de lado para colocar toda su atención en ella, por primera vez iba parecer un humano y contar parte de él—. Cuando vi a esos hombres pensé que mi padre había enviado un castigo —sonrió—. Pero con esto me doy cuenta que no soy el único que tiene una familia que da miedo.

La pelinegra lo observo impactada por sus palabras ¿Acaso él estaba hablando de sí mismo? De cierta forma eso la alegraba pero a la misma vez la hacía esconderse como el pequeño ratón asustadizo que es.

No dijo nada, solo desvió la mirada y relamió unas cuantas veces sus labios que volvían a secarse una vez más; no sabía cómo enfrentar sus miedos, sus más oscuras pesadillas cuando la persona en frente también tenía las suyas.

—Las personas como tu abuela o mi padre quieren tener el control de todo, manejar nuestras vidas... De cierta forma se cómo te sientes —susurró las últimas palabras tomando las manos de la joven entre las de él como un acto puro he inocente—. Sé lo que se siente que alguien más venga y te arranque las alas...

« ¿Alas? » repitió en su cabeza una y otra vez mientras se hundía en los achinados cafés de YíFán. Él era igual que ella, ambos estaban dañados, rotos, aniquilados por la historia, por la vida, por las personas que desean adueñarse del futuro. Ambos habían quedado sin ganas de vivir.

—Vivo en Corea hace unos 4 años, no deseaba estar cerca de mi familia. Sé que eso me convierte en un cobarde, pero no iba a seguir aguantando que ellos manejaran todo y menos que me involucraran en sus problemas. Por eso no te culpo por lo que paso —recalco con una pequeña sonrisa en sus labios, pero esta desapareció cuando acerco su rostro un poco al de ella—. Sin embargo, eso no quiere decir que no debas luchar para recuperar tus alas.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 02, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Amely (Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora