XXV

866 175 27
                                    

[ G U I L L E R M O ]

— Sa...Sa...Samuel... Para... Me haces cosquillas. — Dijo el pelinegro soltando unos pequeños gemidos, aquel castaño mordía el lóbulo de su oreja para comenzar a besar su cuello. El pelinegro colocaba sus manos en el torso de la persona que lo besaba. — Sami... — De pronto, siente que se caen encima del pelinegro y comienza a quitarle la camisa. — Sa...

— Sh... No hagas ruido o nos descubrirán. — Dijo una voz grave y ronca. El pelinegro se calló y solo gemía, estaba caliente, estaba exitado. De pronto sintió como le bajaban los pantalones.

— ¡GUILLERMO! — Interrumpieron. — ¿¡QUÉ CARAJOS HACES!? — Nadie le contestaba, solo Guillermo sintió que quitaban al chico que estaba encima de él.

— ¡ALÉJATE DE GUILLERMO! — Se escucharon golpes. — ¡ALÉJATE YA DE UNA VEZ DE MI GUILLERMO IDIOTA!

— Pero si lo estábamos pasando bien... — Dijo el hombre de voz ronca. — Solo míralo, tan exitado, con ganas de que lo penetren.

— Max... — Comenzó a decir el pelinegro. — Max...

— Lo ves Samuel, Guillermo me desea a mi, no a ti, siempre me a querido a mi...




El pelinegro despertó exaltado, asustado, rojo y caliente, despertando a Samuel que estaba al lado suyo abrazándolo.

— ¿Guille? — Dijo Samuel levantándose para mirar a Guillermo.— ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? — Samuel colocó la mano sobre la del pelinegro, pero este inmediatamente la quito. Guillermo puso ambas manos en su rostro.

— Samuel... — Guillermo quito sus mano y miro donde estaba, seguían fuera de la ciudad, pero la diferencia era de que ya estaba apunto de oscurecer. — ¿No hicimos nada malo verdad?

— ¿Malo? ¿A qué te refieres?

— De que si no nos pasamos más del beso.

Guillermo vio cómo se sonrojaba el mayor.

— N...No... simplemente fue el beso.

Guillermo soltó un suspiro.

— Gracias al cielo, solo fue una pesadilla. — Volvió a colocarse las manos en el rostro para después soltar un suspiro.

— Guille... — El castaño miro al pelinegro.

— ¿Si Sam?

— ¿Por qué se te hizo una erección?

Guillermo puso sus ojos como platos y se mira abajo, tenía razón, su pene estaba erecto. El pelinegro se puso más rojo de lo que estaba y colocó su mano allí.

— ¡Mierda! — Se maldijo a si mismo.

Samuel comenzó a reír, tomo la barbilla del pelinegro y lo beso... para después mirar a su tomate.

— Es mejor que vayamos a tu casa, ya va a oscurecer y tus padres se van a preocupar.

Guillermo con la vista baja, asintió.
Samuel tomo su mochila, las cosas ya se habían guardado, Guillermo se levanto y tomo su mochila para ir hacia la bici, Samuel iba atrás de él.

— Espero no te duela.

Guillermo negó.

— Se me pasara.

Samuel rió una vez más.

Ambos subieron a la bicicleta y pedalearon hasta la casa de Guillermo.

[ . . . ]

Durante el transcurso del tiempo Guillermo pensaba en aquel sueño raro.

Llegaron y los dos bajaron y caminaron hasta la entrada, Guillermo saco sus llaves y antes de que lo introducirá a la cerradura, un mano la detuvo.

— Guille. — Guillermo giro a ver al castaño y lo miro confundido.

— ¿Qué sucede Sami?

— Nosotros... ahora mismo, ¿somos amigos o somos más que amigos?

Guillermo nuevamente se sonrojó.

— N...No lo sé Sami.

— Pues... — Samuel hizo que se acercara a el. — Vamos a intentar lo que dejamos hace años. Guille... ¿Quieres ser mi novio?

Guillermo se quedó congelado, y se preguntó: "no estaré en otro sueño confuso"

— ¿Guille?

Guillermo se balanceó hasta el y lo beso en los labios. Samuel lo tomo de su cintura y le siguió el beso, volvieron a sentir aquel cosquilleo y aquellos fuegos artificiales.
Guillermo se separó y contesto.

– Si quiero.

Y se besaron una vez más antes de que se marchara. Samuel se separó está vez e hizo que chocarán sus frentes para mirarse a los ojos.

— Y Guille...

— ¿Si?

— Date un baño de agua fría, que siento como...

— ¡Ah! ¡Perdón, perdón!

— Descuida. — Le beso su nariz. — Buenas noches Guille.

— Buenas noches Sami.

Ambos se separaron, Samuel tomo la bicicleta y se marchó.
Por lo tanto Guillermo acaricio un poco sus labios, y entro rápido a la casa.

— ¡Eh llegado!

— Si cariño, estamos en la sala..

— ¡Si! Me voy a mi cuarto.

— ¿Sin cenar? — Apareció la mamá de Guille en la entrada y Guille se quitó la mochila para ponerlo frente a el.

— Si, es que... ya comí allá.

— ¿En tu cita? — Guille asintió con la cabeza.

— ¡Nos tendrás que contar lo que sucedió! — Se escucho la voz del mayor.

— ¡Si! Pero mañana... hoy estoy cansado.

— Bueno cariño, descansa. — Su mamá le beso la frente y se fue con su esposo. Guillermo corrió hasta su cuarto, saco su pijama, ropa interior y una toalla. Agradecía que tuviera un baño en su cuarto.
Entro y abrió la regadera y comenzó a sentir como caía el agua fría.
«Dios qué pena» pensó.


























z4

UNIVERSITYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora