XXIV

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¡ASOPOTAMALE QUE YA SON 2K VOTOS LOCO!
Bien, esto es genial, les agradezco mucho ¡gente bonita!
Weno... como les dije, aquí está el capítulo ;v

(Dedicado a «Camila-Wigetta» con aquella obsesión de que hubiera beso Wigetta)



 S A M U E L 

El día era cálido y claro, las clases concluyeron y todos comenzaron a salir bruscamente.
Hoy Samuel no cargaba tantas cosas en su mochila, por dos motivos:

1.- En esa escuela no hacías más que ver películas, hacer proyectos, exámenes e investigaciones. (Milagrosamente sólo la profesora de Inglés es la que hace su trabajo con más normalidad)
2.- Tendría una cita con el pelinegro, y solo llevaba unos fresas, emparedados de Mani y Jalea y un jugo de uva.
Llevaba también unos cubiertos, como copas de plástico y unos pequeños platos.

Samuel se levanto de su asiento y tomo su mochila para dirigirse a la salida, donde vería a Guillermo más feliz que ayer.
Puesto a que tendría una cita con su príncipe de la infancia, Max está suspendido y su padre finalmente le dijo a su hijo que aceptaría su orientación sexual y por supuesto, su papá acepto a Samuel en la familia, sean o no sean pareja.

Samuel vio a Guillermo hablar con Connor y Sebastián, le hablo al menor para captar su atención; lo cual logró. Guillermo se despidió de ambos chicos y corrió hasta Samuel para brincar sobre él, abrazarlo y darle un beso en la mejilla. Samuel se separó de aquel abrazo y lo miro con una sonrisa.

— ¿Estás listo?

— ¡Muy listo!

Samuel y Guillermo se sonrieron mutuamente y se tomaron de las manos para dirigirse hacia aquel lugar apartado de la ciudad, de las personas, de los problemas, de todos.
Ambos salieron de la escuela y Guillermo vio una pequeña sorpresa.
Una bicicleta doble asiento.
A Guillermo se le iluminó sus pequeños ojos, el recuerda aún lo mucho que deseaba una bicicleta así; pero sus padres no se lo compraban porque le decían.

— "¿Y con quién te irás en la bicicleta? ¿Con Soledad?"

Guillermo se soltó del agarre del castaño y se fue a tocar a la bici, se sentó en la parte delantera y sonrió, miro a Samuel y le indicó que subiera.
El castaño asintió y subió, ambos en sincronía, pedalearon al mismo tiempo y comenzaron a dirigirse hasta aquel lugar. «SU lugar»

[ . . . ]

Pasó el tiempo y finalmente llegaron, ambos se bajaron al mismo tiempo y caminaron hasta la jacaranda para dejar la bici.

Samuel se adelantó a acomodar el lugar, se quitó la mochila y busco el mantel, ya encontrado, lo puso sobre el pasto y comenzó a quitarle algunas arrugas que tenía. Guillermo por lo mientras miraba a su castaño como acomodaba las cosas, y comenzó a mirar aquel lugar apartado, comenzó a apreciar mejor la belleza de aquel lugar, de cómo se veía el cielo, de cómo se veía la ciudad de lejos, de cómo resaltaba el color verde del pasto.
Y cuando giro a ver a Samuel, miro que estaba listo el lugar, Guillermo se acercó con una sonrisa.
Samuel, que estaba de rodillas, se levanto y le otorgó su mano al pelinegro, lo cual acepto; caminaron hasta el mantel y se sentaron sobre ella, se miraron un momento y se miraron a los ojos, se veían sus gestos y reacciones que se hacían, cada movimiento que provocaban.

Ambos sentían aquella sensación que ya conocían, la que te provoca una persona que adoras y aprecias, la que te hace reír y te hace feliz, la que hace que no puedes olvidar su nombre ni por un minuto.
Ambos sentían sus ritmos cardiacos acelerarse, ambos sentían cosquillas en el estomago.

Samuel hablo, causando un pequeño sobresalto hacia el pelinegro.

— Hay... Hay que comer un poco.

— Si, si... concuerdo. —Samuel asintió y de su mochila saco unos platos, un toper donde venían sus emparedados y un frasco de fresas. — Esos es... ¿es la comida con la que nos volvimos unidos?

— Así es chiqui... el emparedado que me diste a cambio por mis fresas.

— Mira que esta vez me robó ambos y no te doy nada.

— Pero que egoísta, todavía de que los preparo... — Guillermo empezó a reír.

— Anda tontín, come, que se los robaran las hormigas.

Los dos rieron y tomaron cada quien un emparedado, miraron la ciudad que estaba tan lejos de ellos.

— Sin duda, se volvió mi lugar favorito. — Dijo Samuel. — Está hermoso, incluyendo a la jacaranda qué hay aquí.

— Si... pero me pregunto, ¿Por qué lo apartan?. — Samuel miro a Guillermo que seguía viendo la ciudad, Sam dejo su emparedado sobre el plato y colocó su mano sobre la del pelinegro. El pelinegro giro a verlo.

— Porque a lo bello siempre lo tiene que ocultar, como tú.

— ¿Cómo yo?

— Si Guille, tú eres muy bello; que deberían ocultarte... — El pelinegro comenzó a colorarse y quito la mano del castaño para seguir comiendo el emparedado.
Samuel comenzó a reír.

— ¿De qué te ríes? — Dijo el pelinegro algo molesto.

— De ti...

— ¿De mi?

— Si, ¡de ti! Te ves tan tierno, tan inocente, tan lindo... ¡que me da ganas de besarte! — Guillermo comenzó a toser, se había tragado mal el emparedado; Samuel se asustó y comenzó a darle unas palmadas a su espalda hasta que pudo comerse bien el emparedado. — ¿Te encuentras bien?

— Si... sólo que... Tú comentario me sorprendió. — Samuel volvió a reír.

— Pues... si quieres ya no te haré halagos.

—¡No, no, no, no! No lo hagas... Tus halagos son lindos. — La última parte la susurro.

— ¡¿Ves?! Eres muy lindo... — Comenzó a reír.

— Es que es tonto... — Curveo un poco sus labios.

Después de un rato de comer, hablar y esperar a que se les hiciera digestión, comenzaron a jugar.

— Las traes. — Dijo Samuel levantándose y comenzando a correr.
Guillermo apenas reaccionando a lo que sucedió, empezó a perseguirlo.

— ¡Las traes!— Y Guillermo corrió en sentido contrario.

. .  .

Unos minutos después de perseguirse, Samuel todavía tenía que alcanzarlo, pero estaba cansado.
Aún así no se rindió y lo persiguió hasta...

Hasta que se lanzó sobre el. Y cayeron.

Samuel se levantó para que Guillermo pudiera reincorporarse, y cuando lo hizo; Guille tomo la mano Samuel y la jalo para que nuevamente cayera sobre él.

Se miraron.

Y volvieron a sentir esas aceleraciones y cosquilleos; Guille aprecio el color de los ojos de Sam, aprecio cada fino detalle de él, y se atrevió.
Guillermo posó sus manos sobre las mejillas del mayor para deslizarlas hacia su nuca. Comenzó acariciar su cabello, y su mirada comenzó a toparse con los finos labios del castaño.

El castaño simplemente se dejó llevar y comenzó acercarse al pelinegro lentamente. Hasta que podían sentir sus respiraciones muy, muy cerca.
Y es ahí donde Guillermo se arriesgó.
Jalo más a Samuel hasta entrelazar sus labios con los suyos. Moviendo sus labios a la par.

Empezaron a sentir como fuegos artificiales explotaban en sus estómagos, como sus corazones estaban apuntó de salir de su cuerpo, empezaron a sentir aquel hormigueo recorriendo sobre sus cuerpos.

Y sin embargo, sus mentes, sus labios y sus cuerpos, sentían que finalmente... estaban complementados.










































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