XLV

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Coloquen la canción cuando diga: "Blanco..."




U N A S E M A N A
D E S P U É S

Ya una semana del accidente, Samuel ya lo habían dado de alta... Así que lo primero que hizo fue a ver a su novio.
Le llevó un pequeño ramo de Dalias, y las dejo sobre su mesita de noche, no había floreros, por eso lo dejo así.

El castaño tomo la mano de su novio y beso su dorso, diciendole:

Vendré por ti, cada día, después de clases... Y te besare sobre esos suaves y hermosos labios tuyos, lo haré... con la esperanza de que despiertes de ese sueño "eterno".

Samuel beso sus labio y acaricio su frente...

— Te veré mañana mi pequeño príncipe.

Y salió de aquel terrible lugar, sus padres, al verlo salir, se acercaron a su niño y lo abrazaron.

— ¡Me alegra que estes bien muchacho! — Le dijo su padre. — Nos habías preocupado.

— Lo sé papá, y lo lamento mucho

— Tranquilo hijo, lo importante es que estás bien.

— Yo lo estoy, pero Guille no... — Miró nuevamente la puerta del hospital y comenzó a sentir que sus lagrimas salían, hasta que su mamá le hablo.

— Sami, cariño... Guille saldrá de allí pronto, sólo ten fé.

— Lo tengo.

— ¡Eso es hijo! Ahora... ¿Te llevamos a la escuela? - El castaño asintió.

Y se fueron a la escuela.

































Blanco...

Era lo único que veía Guillermo, blanco... Caminaba sin un fin, no había nada, lo único que hacia era sentarse a pensar de cómo salir de ese terrible lugar, hasta que la voz de una pequeña niña se escuchó.

— Guille, ¡Por aquí! — Grito la pequeña.

Guillermo se quedo callado y volvió a escuchar aquella voz, sabía que conocía esa voz... Pero no sabía quién era.
Así que Guillermo se levantó del piso y camino hacía aquella voz, que constantemente decía su nombre.

Hasta que apareció una luz brillante.
La siguió.
Hasta que una pequeña mano la detuvo.

— ¡Guille!

El nombrado bajo su mirada. Y la encontró.

— ¿Karol? — La pequeña sonrió al escuchar su nombre.

— ¡Hola Guille! — El nombrado comenzó a llorar. — ¡No te olvidaste de mi!

— No... ¡Por supuesto que no! - Sonrió y la cargo, la pequeña empezó a reír. — Eres mi hermanita, nunca te podría olvidar...

— Más te vale, eh... — Le señalo con su pequeño dedo, picandole su mejilla. Su hermano rió y la bajo, y comenzaron a caminar.

— ¿Estoy muerto? — Pregunto directamente, miro a su hermana menor que movía la falda de su vestido azul, (era el único color que había visto durante su camino).

— Nop, tu no estás muerto Guille... Estás vivo aún. Eres muy fuerte, más fuerte que yo... — El mayor volvió a reír para ocultar su dolor. — Sabes... Sami está esperandote.

— ¿Sami?

— Si, mi cuñado... Está triste por no tenerte junto a él. — El mayor le sonrió. — Es muy lindo, ¿Sabes? Te dejo unas hermosas Dalias.

— Como las que yo te deje cuando entraste en coma... — susurro.

— Sipi, pero eso no significa que te irás, al menos de que tu quieras... —El mayor lo pensó. — Pero yo te aconsejo de que no te vayas, tienes muchas cosas allá abajo. Aunque aquí también, pero no es lo mismo; porque los ves llorar cada noche, y eso no es bonito.

El mayor miro el suelo y vió a Samuel... estaba en un auto, mirando la ventana, Guillermo giró a ver a su hermana.

Pero ella ya no estaba.
De nuevo el lugar estaba en BLANCO.



























3/3








Fin del maratón...

¡MUCHAS GRACIAS POR ESTAR CONMIGO!



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