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¡ADIVINEN QUIEN VOLVIÓ DESPUÉS DE UN MES! ;u;

[ G U I L L E R M O ]

El tiempo transcurrió y las clases terminaron, Guillermo salio de la clase de natación, con el cabello mojado y con una sonrisa de punta a punta. Cuando escuchó la voz de la persona que más despreciaba en este gran universo. «Max»

— ¡Miren quien aparece una vez más en mi maravilloso día! — Dijo aproximándose a Guille. — Nada más ni nada menos que el famoso Diaz.

— ¿Ahora qué quieres Max?

— ¿Acaso es tan difícil? Te quiero a ti y a tu hermoso culo que cargas.

— Que asco me das...

— Lastima, ya no puedo hacer nada, ni tú... Tu novio no se encuentra aquí, así que... ¿Qué te parece si vamos a un lugar cómodo? — Dijo Max, apunto de tocar el miembro del menor.

— ¡Joder Max! ¿Por qué no te vas a follar con otra zorra? Guillermo no es tu juguete sexual.

— ¡Pero mira! Llego la princesa a salvar a su princesa. — Samuel hizo una mueca y cerro su puños para acercarse hacia Max.

— Pues bueno, esta princesa te va a dejar nuevamente sin nariz.

Samuel, con todas sus fuerzas, golpeó a Max en la cara, recibiendo un fuerte grito de dolor.

— ¡Sera mejor que te cuides De Luque! ¡Esto no se va a quedar así!

Samuel solo rodó sus ojos y tomó la mano de Guillermo para salir nuevamente de allí. Estando fuera, Samuel decidió hablar seriamente.

— Guille, ¿Tu mamá sabe que te insultan?

— No...

— Pues, es hora de que le digas. Guille, no puedo romperle su nariz constantemente, entiende que no estaré todo el tiempo contigo... Habrá días en el que yo no este y te lastimen, y yo no me lo perdonaría...

— ¡ESTA BIEN! Le diré, solo si me acompañas.— Dijo Guillermo bajando la mirada.

Samuel sonrió y le dio un beso en su cabello mojado. — Claro que te acompañaré, Guille, ¿Por qué tienes el cabello mojado? — Se separó un poco y comenzaron a caminar a la casa del pelinegro con las manos entrelazas.

— ¡Oh! Es que las últimas dos horas estuve en mi club de natación.

— ¿Natación?

— Si, hay varios de deportes...

— Si, si, lo sé... pero no sabía que había natación.

— Lo hay... el domingo treinta vamos a tener nuestra primera carrera.

— ¡Eso es genial! — Mencionó.

— Lo es... Me gustaría que fueras a verme.

— Pues tú gusto se realizará, ¿A qué hora será la carrera?

— A las nueve de la mañana.

— Estaré allí a las ocho.

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