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S A M U E L

Sabía que nada era para siempre.
Miz esperanzas se estaban muriendo, al igual que yo...

Ahora mismo estaba en el sofá, estaba durmiendo, o al menos eso es lo que intentaba provocar. Pero me era imposible; gire mi cabeza para mirar a mi pelinegro y seguía igual... pálido, con algo de barba y su cabello largo, desordenado, se me formo una pequeña sonrisa, mire el techo blanco. Recordé aquellas palabras de la madre de Guillermo.

» — Samuel, debes entender... él estará mejor si se va... ya no se sentirá mal.

— No puedo dejarlo, sé que está luchando mi pequeño... — Me interrumpió.

— ¡Él ya no está luchando Samuel! ¡Él se va ir! ¡Entiende!

— ¿Y qué hay de usted? ¿No luchará por su propio hijo? — Estaba defendiéndonos con las pocas esperanzas que aún tenía, no lo dejaría... no aún.

— Yo no lucharé por algo que ya se a dejado...

— Señora Díaz, ¡no puede hacerle eso!

— ¡Ya tomamos la decisión! Se desconectara mañana. «

No puedo creerlo, hay familias que aún esperan a sus hijos o a sus seres queridos a pesar de los años y a Guille no... No lo han dejado luchar suficiente,  debe estar aquí, conmigo, con nosotros.

Me levante del incómodo sofá y mire mi muñeca derecha donde se encontraba mi reloj.

[ 6 : 4 3 a . m ]

Tome su mano y le bese su frente.

— Por favor vuelve...

Su ritmo cardiaco empezó a acelerarse, me alarmé y salí corriendo y grite por ayuda, al ser escuchado por un enfermero, me adentré nuevamente y mire como mi pequeño comenzaba a retorcerse.

— Joven, por favor salga. — Dijo el enfermero al llegar.

Yo hice caso y salí, estaba asustado, empecé a respirar con dificultad, otra vez no... No, otra vez no.
Camine un poco y caí al piso.
Mis ojos se cristalizaron e intente respirar con normalidad.

» Tranquilo Samuel, él estará bien, él es fuerte... estará bien. «

Por otra parte, el enfermero se encontraba nervioso, no sabía que hacer estaba en shock, era la primera vez que hacía algo así, se dio una bofetada así mismo y empezó a manejar su ritmo cardiaco.

Pero él ya había abierto los ojos. 

Movió rápidamente su mano derecha y se quitó la máscara de oxígeno.
El enfermero se quedó aún más impresionado.

Guillermo se quitó los cables del pecho y el enfermero tomo su mano y le hablo.

— Por favor tranquilícese, le ayudaré, pero tranquilícese.

Guillermo le miró extrañado y se contuvo, para finalmente hablar con aquella voz ronca.

— ¿Alguien vino a verme? — El enfermero asintió mientras le quitaba la morfina. — ¿Puedo verlo?

El enfermero termino de quitar la morfina y los cables que revisaban su pulso, el chico le miro y asintió.
El enfermero salió y miro al castaño en el suelo que se tocaba el pecho con los ojos cerrados, mientras calmaba su respiración.

— Joven... — El castaño le miro. — Despertó. Quiere verlo.

El enfermero se fue, ya que iba a traer un médico que aún estuviera o se hiciera presente.
Samuel se levanto y se limpió las lágrimas que habían caído sobre su mejilla, se jalo la manga de su suéter y entro.
Guillermo al escuchar abrirse la puerta, dirigió su mirada aquel lugar.

Cuando lo vio... sonrió. Extendió la mano y el castaño se lanzó a abrazarlo mientras lloraba sobre su hombro. El pelinegro sólo acariciaba su cabellera e hizo que se miraran.

— ¿Me extrañaste? — Dijo el pelinegro.

— No sabes cuánto... — Sonrió el castaño.

Ambos se acercaron y se dieron un cálido y tierno beso en los labios, mostrando su afecto... mostrando cuánto se extrañaban.
Se separaron por falta de aire y juntaron sus frentes, el pelinegro le susurró.

— Gracias por esperar.

— Esperaría lo necesario por ti...

Y volvieron a juntar sus labios.







































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