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En ese mismo día, la pareja decidió que sería buena idea de que sus amigos se quedasen. Y eso hicieron... Se quedaron aquella noche con sus amigos, con las luces apagadas, una vela encendida sobre la mesa de la sala, y las puertas del mirador abiertas.
Connor y Harry estaban durmiendo sobre el sofá del castaño, cubiertos sobre una manta morada. Guillermo se encontraban en el mirador que tenía el departamento de Samuel.

Era una noche fría y solitaria, una de esas noches en las que puedes pasar horas y horas pensando en lo que paso en tu día; y por lo tanto, Guillermo tenía abrazado a su pequeño Guimuel, mientras respiraba aquel frío viento que recorría por las calles de Madrid.

Samuel se acerco a su novio y lo tomo de la cintura, abrazarlo y colocar su barbilla sobre su hombro, el pelinegro giro su cabeza para verlo y le beso la frente.

— ¿Estás bien? — Le pregunto su pareja.

— Si... — Le contesto con un suspiro.

— ¿Seguro? Estuviste todo el día callado. — El pelinegro se quedo pensando un momento. — Sabes que puedes contarme todo... — Le beso su gorda mejilla.

El pelinegro sonrío y le beso nuevamente la frente mientras acariciaba a su cachorro.
— Lo sé. — Le contestó. — Es que... me siento culpable.

— ¿Culpable? ¿Por qué? — Dijo mirando el hermoso perfil de su novio.

— Porque es mi culpa de que ellos estén así, si tan solo... Si tan solo lo hubiera dejado hacer lo que él quería, tal vez; solo tal vez los hubieran dejado en paz.

Su novio le miró perplejo. —Hey... Cariño, no es tu culpa. — Lo abrazo con un poco más de fuerza. — Es la mía, yo los provoqué... Pero, es que no quería que te hiciera daño.

— Ahora nuestros amigos están heridos. — Empezó a sollozar.

El castaño lo soltó y fue frente a él. Limpió sus lágrimas con sus pulgares, tomo sus gordas mejillas y le dio un corto beso en la comisura de su labio y lo abrazo, aplastando un poco al cachorro; este se quejo, puesto a que ya se había dormido... La pareja rió un poco y el castaño miro nuevamente a su novio.

— Estaremos bien, te lo prometo...

— ¿Lo prometes?

— Claro que si nene. — Le tomo de los hombros y beso su frente, acarició a Guimuel y le dijo por último. — Vamos a dormir, mañana será un nuevo día.

— Bueno...

Se dieron otro beso y Guillermo se fue con el cachorro a la cama, este aparentaba como un niño pequeño. Samuel lo miró con cierta ternura y soltó un suspiro. Samuel saco su billetera, y en ella se mostraba la foto de él junto a Guillermo vestidos de príncipes, unos príncipes felices. Samuel sonrío y cerro las puertas del mirador, apago la vela y se fue a dormir con su pequeño príncipe.



























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