LII

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THE.  TRUE.

Los dos días habían pasado, por fin darían de alta a Guillermo... así que Samuel guardaba las cosas en lo que Guillermo terminaba de ducharse.

Samuel sonrió al recordar el suceso de ayer por la noche.

» "— No quiero volver a casa. — Decía mientras el castaño acariciaba su cabellera. — ¿Puedo vivir contigo unos días?

El castaño se detuvo y miro a su pelinegro.

— Tu ya vives conmigo... desde siempre, tanto en mi hogar como en mi corazón. — Y ambos se sonrieron. " «

— Joder... Que frío hace. — Dijo el pelinegro cuando salió del baño, llego a la cama y tomo su abrigo y su gorro.

— ¿Qué esperabas? Ya estamos a finales de año.

— Agh... ¿Por qué no desperté antes?

El castaño rió por de bajo y tomo la mochila para girar a ver a su novio que traía su nariz roja del frío.
Samuel se acercó y le pico la nariz con una sonrisa.

— Hay que irnos a casa bonito.

— Si, ha... ¿Podemos ir antes a un lugar?

— ¡Claro! ¿A dónde?

— A ver a mi hermana.

El castaño sólo mostró una expresión de curiosidad y preocupación.

— ¿Estás seguro chiqui?

— Muy seguro.

El castaño asintió y el menor tomo su mano para salir de allí.

El frío pego sus rostros, dejando salir un suspiro por parte del menor, haciendo que el castaño lo medio abrazara y caminarán hacia el trabajo de Samuel, ya que Guillermo quería comprar una Dalias para su hermana.

Llegado allí, Samuel le presento a su jefe a su novio que con alegría lo recibieron; Guillermo pidió unas Dalias y cuando lo iba a pagar, el dueño no le dejo pagarlo.

» — Tómalo como un regalo de Bienvenida. «

Guillermo se negaba, hasta que el dueño con una sonrisa sincera, derrotó al menor y se fueron agradecidos de aquel lugar, Samuel dijo que lo vería mañana sin falta, lo que dejo sonriente al señor.

— Se llevaría bien con la señora Meg... — Dijo sin más el pelinegro.

— ¿Tu crees? — Dijo el castaño mientras lo volvía a abrazar para caminar juntos.

— Si... se verían bien, con una amabilidad y un corazón tan puro; se amarían para siempre.

— Tal vez... Si... — Le beso su cabeza y caminaron hasta llegar al cementerio.




— Llegamos... — Dijo mientras se paraba a una pequeña lápida que tenía tallado:

" Karol Diaz Ibáñez
1999 - 2006 "

El pelinegro se separó de su novio y se acercó a la lápida para dejar aquellas hermosas Dalias.

— Murió tan pequeña. Mis padres me habían sacado de la casa y me llevaron con mis tíos para no enterarme de la verdad.. Pero al final lo supe, ella me lo contó. Dice que fue un accidente, pero yo sé que no es verdad. Fue una pequeña tan dulce... tan inocente, tan sabia. No saben lo mucho que nos dañaron. — Suspiró.

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