Capítulo #10: Al borde de la locura. (2/2)

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MARATÓN: 2/2

 Definen el término de “locura” como la pérdida total del juicio o del razonamiento, a modo que entras en un estado de trance en el que vives viendo alucinaciones. Llaman “locos” a las personas dementes, psicópatas, esquizofrenicas, o incluso a las que se atreven a tener una ideología diferente a todos... Pero nadie menciona el tipo de locura que surge de la confusión, la paranoia y el miedo, no hablan de la locura que surge de las preguntas jamás contestadas, o del no entender una situación presentada, o de esa locura que llega a ti simplemente porque te sucede algo que nunca en la vida esperaste que te pasara y no sabes cómo rayos reaccionar ante esa situación. Nadie dice que también se le puede llamar locura a ese estado de desentendimiento y confusión total que se intercala en tu sistema, impidiéndote respirar, y te hace querer estar a kilómetros bajo tierra, o querer gritar a todo pulmón y asesinar al primero que se interponga en tu camino. Algunos prefieren lo primero; ahogarse con su propia locura y buscar cualquier lugar para ocultarse lejos de todos mientras, con el tiempo, llega de nuevo su estado normal de emociones y continúan con su triste vida. Otros, por lo contrario, explotan de la ira que los inunda al no poder acabar con su enloquecimiento interno y buscan cualquier manera de desahogarse, sin importar lo que hagan, sin importar a quien dañen, y pobres sean los que se atraviesen en su camino…

 – ¡Tú! – gritó el desenfocado castaño, su voz resonaba en los fríos y solitarios pasillos como el retrueno de una centella; haciendo que Harry volteara inmediatamente con sus ojos muy abiertos.

 Pero es que claro; quien no estaría enfurecido con un día tan fatídico como el que había pasado Louis. Primero, la conversación con aquel pelinegro vanidoso y ególatra que creía comerse al mundo lo sacó de quicio de sobremanera, sumando a esto que cada cinco minutos le volvían esos mareos terribles que le tambaleaban el mundo y esas asquerosas ganas de vomitar por las cuales no pudo dormir en toda la noche; eso sin contar que el viejo profesor que estaba dictándole clases hace un momento, lo había echado del aula porque “nadie se duerme en sus clases” y, para colmo, esta era la primera vez quizás en todo el mes que el rebelde muchacho realmente sí estaba prestando atención. Así que le sobraban razones para querer matar a alguien alguien -más con la poca paciencia que tiene- y  fue por simple casualidad o, tal vez, fue el destino quien quiso que fuese a él a quien encontrase en ese mismo instante.

 Mataría a dos pájaros de un solo tiro; a la furia iracunda que lo dominaba y a su precioso muñeco de mirada asustada, al fin algo le saldría bien.  

– ¡¿Acaso no me oyes?! – vociferó Louis, acercándose al rizado a enormes zancadas.

Harry no sabía que hacer, no entendía nada de lo que estaba pasando; ni su molestia, ni porqué rayos lo llamaba, ni porqué se acercaba cada vez más, ni porqué no podía apartar su mirada de esos ojos que se veían impresionantemente azules acumulando la ira, ni porque había algo más acompañando el miedo que sentía en ese instante, ni porqué simplemente se sentía al borde de la locura. Un empujón hacía la pared de casilleros fue lo que lo devolvió a la consciencia, teniendo una especie de dejá vú; se repetía la misma situación de nuevo, pero el rostro de su atacante estaba más cargado de maldad, estaba más duro, más tenso. Esto tenía que ser una mala broma.

De todas las personas, ¿Porqué se tuvo que encontrar con él? Oh, y Harry sabía muy bien lo que le esperaba. 

– ¿Qué esperas para decir algo, eh? ¡Sé hombre, Styles! – otro empujón, esta vez más fuerte, y el aludido cae de rodillas al piso; sus manos apoyadas en éste para no derribarse por completo y su cabeza gacha para evitar que la vergüenza de encontrar su mirada lo consuma por completo.

Veinticinco días para amarte [Larry Stylinson] (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora