Capítulo #2: La otra cara de la moneda.

14.8K 1.3K 517
                                    

Harry Styles tomó su mochila y se encaminó apresurado hacia la universidad, que quedaba a unas pocas cuadras de donde vivía. Hoy era su primer día en ella y se sentía algo nervioso al respecto, llegar a un lugar lleno de chicos que no conoce no es que sea mucho de su agrado.

El viento frío azotó con fuerza el rostro del joven, haciéndolo temblar dentro de su gruesa chaqueta oscura. A pesar de ser septiembre el invierno ya se sentía por todas las calles de Londres. La corta y silenciosa caminata hacia su destino se la pasó pensando en mil y una cosa; en cómo sería todo aquello, qué tan difícil sería cada clase, cómo serían las personas, cuántas lo marginarían, cuántos se burlarían de él, cuántos le propinarían una paliza así porque sí, sin ninguna razón… Suspiró profundamente, resignado, ya era algo a lo que estaba acostumbrado pero ese momento se sentía más pesimista que nunca.

—Si aún siguieras aquí… —murmuró el chico de ojos claros, su semblante contorsionándose con tristeza—. Seguro tú si que sabrías subirme este ánimo de perros.

Marie, su amiga, confidente y único ser sobre la tierra que lo amaba había muerto hace poco más de un año, un par de meses después de que Harry cumpliera los diecisiete. Desde entonces el chico aún no supera su muerte, recordándola día tras día causándose un gran dolor.

Sus padres lo habían abandonado cuando el era apenas un bebé, dejándolo frente a la puerta de una casa pintoresca propiedad de la señora más comprensiva y cariñosa del mundo, Marie, quien lo acogió como su propio hijo desde el primer momento brindándole todo su apoyo. Y ahora que ella no estaba Harry no tiene a nadie más. Jamás buscó a sus padres, o se interesó en hacerlo. Nunca supo de ningún pariente suyo, ni de hermanos, primos o tíos. Tampoco tenía amigos o algo parecido, simplemente tenía aquella señora ochentona como madre y ahora que no estaba se sentía más solo que nunca.

La personalidad de Harry era un tanto peculiar para su edad. A sus dieciocho años era más introvertido, tímido y cohibido que un niño de cinco. Nunca iba a fiestas, sus calificaciones eran excelentemente perfectas, no salía con chicas por más que éstas se insinuaran, no tenía ese grupo de amigos como la mayoría de los adolescentes. En resumidas palabras; era un mojigato. Su vida se basaba en estar ausente de la realidad leyendo algún libro, estudiando o garabateando cualquier escrito en su libreta. La única vez que intentó sobresalir o unirse a algo tan sólo recibió crueles críticas e incomprensión por parte de sus “amigos”; desde ese momento el chico de cabello rizado prefiere quedarse en el exilio, sin más compañía que su propia soledad.

Desechable, reemplazable y fácil de olvidar. Así se calificaba él y, por más triste que sea, era la verdad.

 Los pasos del joven se fueron deteniendo y los latidos de su corazón comenzaron a acelerarse. Allí mismo se alzaba, frente a él, el enorme y temerario campus. Los cortos pero inmensos edificios grises acaparaban su visión al igual que el hermoso campo verde que estaba delante de su rostro. “Aún no creo que mi dinero haya alcanzado para tanto.” Pensó con una pequeña sonrisa orgullosa tirando de sus labios.

 Marie había dejado toda su herencia a nombre de Harry, pero está no era mucha: tan sólo unas cuantas libras que ahorraba en el banco y la vieja casa donde vivía desde que él tenía memoria. Así que, luego de unas semanas de la muerte de su madre,  el chico salió en busca de algún trabajo el cual consiguió en una pequeña tienda de discos, comenzado a ahorrar para sus estudios. Harry se sentía muy afortunado, aún tenía un lugar donde vivir y su sueldo era suficiente como para poder mantenerse solo. Sin embargo, el vacío que albergaba en su alma no se iba en ningún momento, asechándolo día tras día. Suspiró, caminando con la cabeza gacha preguntándose porqué se sentía tan infeliz.

—¡Mira por donde caminas, imbécil!  —gritó un chico irritando que Harry empujó inconscientemente, haciendo que éste saliera de su ensoñación momentánea, ambos tropezándose y tirando sus pertenencias al suelo.  

—Lo siento —susurró el ojiverde cohibido. El castaño que tenía al frente lo ignoró por completo, tomando sus cosas del piso y yéndose de allí, no sin antes dedicarle una mirada asesina.

Harry sintió su piel erizarse. Aquellos ojos azules eran los más penetrantes y fríos que recordaba haber visto. Esa mirada dura, hostil y sin un atisbo de sentimientos le perforó la mente, dejando una extraña e inquietante sensación en su ser que le hacía sudar sus manos…

 El miedo.

 Un miedo aterrorizante se caló en cada uno de sus huesos haciéndolo temblar por una fracción de segundo. “Está no es una buena manera de comenzar aquí.”  Se dijo mientras caminaba con paso inquieto por el inmenso pasillo. 

Veinticinco días para amarte [Larry Stylinson] (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora