Algo peludo y esponjoso sobre sus manos lo hizo despertar con una queja amortiguada. Joyce, su vieja gata y única compañía desde los diecisiete, estaba cómodamente echada sobre su pecho mientras, con sus patas, jugaba con las manos del rizado. Harry la tomó en sus brazos y la abrazó; como si de un osito de peluche se tratase. El gordo animal había sido su único consuelo la noche anterior hasta que cayó rendido a los turbios sueños que lo acecharon toda la madrugada.
Estaba acostado en el gran sofá de la sala principal mirando el reloj de pared dar las seis y treinta de la mañana. Hace doce horas se encontraba haciendo lo mismo, sólo que con la ilusión rebosante en su corazón y no esa desolación que ahora sentía.
No había llegado. Jamás llegó.
El chico apretó más a la obesa gata contra su pecho; cerrando sus ojos fuertemente mientras se hacía bolita. Se sentía tan estúpido, tan burlado, tan abatido. Como en sus primeros días de secundaria cuando comenzaron a hacerle bromas pesadas y él —a pesar de sus esfuerzos—, no podía hacer nada contra ello.
Tan roto.
Al principio, quiso retribuir el retraso de Louis a que tuvo algún inconveniente e, incluso, la idea de algún accidente preocupó al muchacho las primeras casi dos horas. Pero dadas las nueve de la noche y sin tener aún respuesta alguna del castaño a los textos que le había enviado (cabe destacar que fue el propio Louis quien le dio su número telefónico la noche anterior), dejó que el pesimismo lo consumiera y las palabras de su amiga se repitieron en su mente como un conjuro que lo hundió más en la pesadumbre en la que ya se encontraba.
“Él jamás será una buena persona, y nunca cambiará…”
Quizás Destiny tiene algo de razón. Quizás es él quien estaba equivocado respecto a Louis. Quizás aquella bondad que había visto en el castaño era sólo una ilusión. Quizás no pudiese hacer nada al respecto.
Quizás existen personas que no tienen arreglo.
La noche anterior se había sumergido en sus propios ensimismamientos, absorto de la realidad, meditando sobre su propia vida y la vida de los demás. Intentando comprender porqué había personas tan dañinas o porqué él era tan propenso a ser herido con facilidad. Pensó en todo y en nada a la vez, mirando como la aguja del reloj se movía constantemente. Un par de lágrimas calientes se habían deslizado por sus mejillas antes de caer dormido; cuando el reloj marcó las doce en punto.
Joyce maulló y escapó de sus brazos.
—Bien —refunfuñó el chico, resignándose a levantarse para otro día de clases.
Harry se caracterizaba por ser una persona optimista y soñadora pero, a veces, la realidad es tan fuerte y golpea tan duro que es inevitable sentirse devastado.
Esa mañana realmente esperaba no encontrarse con el muchacho de ojos fríos.
*
Cuando fue librado de todos los cables y aparatos que tenía encima tomó la ropa que su madre le había traído, se vistió, y salió de aquel lugar sin dirigir una sola palabra a nadie. Jay se había ofrecido a llevarlo hasta el instituto pero el chico sólo negó con la cabeza e ignoró las disculpas y demás cosas que parloteaba la mujer.
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Veinticinco días para amarte [Larry Stylinson] (Terminada)
Fanfiction«Le tomó casi dos meses aceptar que ese chico sería más que un muñeco, una semana para conocerlo y veinticinco días para amarlo...» O una historia en donde Harry posee esperanza y felicidad inacabables y Louis sólo camina por allí, de la mano con su...