Capítulo #10: Al borde de la locura. (1/2)

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MARATÓN: 1/2

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Los rayos de sol colándose por su ventana anunciando un nuevo día no era más que sinónimo de más mierda para Louis. Parecía que todos los lunes el muchacho despertaba amargado y con un humor de perros pero, cabe destacar, que esta vez sí tenía una razón para iniciar su jornada de mal humor. Y es que nadie tendría ánimos de salir de su cama a las 7:00am si ha pasado toda la noche en vela con mareos intolerables y nauseas que más tarde darían paso al vómito de su podrida sangre; una mezcla asquerosa de su bilis y coágulos rojos que al sólo mirarla le daban más ganas de vomitar.

Era normal, tedioso e insoportable como nada en el mundo; pero normal. Louis lo sabía, desde hace un par de años a tenido muchos días en los que debe pasar por esto; uno más no lo mataría -aunque a veces lo deseara-, pero sí que lo dejaban con ganas de matar al primero que se atravesara en su camino, sin excepción alguna. Como sea, esa anormalidad en su sistema se debía a las secuelas que han dejado las prácticas de sus primeros tratamientos de quimioterapia, cuando a penas tenía unos 17 años, era un efecto secundario que tendría que cargar el resto de su vida. Una de las tantas razones del porqué el castaño esperaba que ese "resto de su vida" no fuera tan duradero. Estaba acostumbrado a su estado crítico de salud, estaba acostumbrado a toda la mierda que éste conllevaba, estaba acostumbrado al dolor, la desilusión y la pérdida; pero ya no quería continuar así; con toda la duda que le sembraba cada diagnóstico, cada "¿Mejoraré?" "¿Empeoraré?" "¿Moriré mañana?"... Prefería mil veces entregarse a las sombras de la muerte que tener una falsa ilusión de que vivirá por mucho más, en eso estaba más que claro y aún así se sentía al borde de la locura al no saber cual era su destino en el futuro. Pero, de nuevo, le importaba una mierda, o al menos eso quería hacerse creer.

*

Llegar al instituto no hizo que su humor mejorara, incluso, tal vez lo empeoró el doble. Llegar a un lugar lleno de adolescentes exaltados gritando por todos lados y aglomerándose en cada pasillo del lugar no era de mucho gusto para el ojiazul, quien tuvo que tener una gran fuerza de voluntad para llegar a las áreas verdes del campus sin asesinar a ninguna persona.

Faltaban aún quince minutos para que el timbre sonara así que camino hacía el árbol más lejano de todo ese bullicio y se dejó caer a las sombras de éste, suspirando en sobremanera.

A lo lejos podía divisar a todo tipo de personas; estaban los que se catalogaban a sí mismos como "populares", que no eran más que un grupo de perdedores y zorras con la cabeza hueca y el ego demasiado elevado creyendo que por llevar la chaqueta del equipo de fútbol americano o una falda tan mínima que se veía hasta la mitad de sus traseros eran mejor que cualquier otro ser humano que pudiese existir. El segundo grupo más abundante era el que él catalogaba como "perdedores que no saben que hacer con sus vidas"; eran aquellos diversos grupos de nerds, frikis y demás denominaciones que lo único que sabían hacer era hablar de matemáticas, videojuegos o historietas, básicamente eran esos tipos que llegarían virgen a los cuarenta y seguirían viviendo con su madre. Alcanzaba a ver a los clichés bravucones que no eran más que cobardes disfrazados de superioridad, a las niñas de buen juicio pero que de igual manera caían en las redes de cualquier patán con linda cara… En fin, las etiquetas eran muchas. Sin embargo, aunque eran una pequeña minoría, también alcanzaba a ver a esos chicos y chicas que estaban totalmente solos, al igual que él, mirando un punto indefinido en el vacío, esos a los que jamás se les veía sonreír o que parecían no tener ni un amigo en la vida; aquellos a los que parecía que su vida les valía mierda. Louis prefería no meterse con esas personas, ahora, él no es que era del tipo de personas "compasivas", pero notar como éstos hacían el intento de ocultar cicatrices bajo pulseras y largos abrigos y enmascarar días de llanto bajo una gran capa de maquillaje negro al igual que todo lo que vestían, le hacía saber que estas personas ya tenían suficientes problemas consigo mismos como para que alguien más viniera a joderlos, y él respetaba a aquellos de vida jodida.

Veinticinco días para amarte [Larry Stylinson] (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora