II: OCÉANO DE ORO

2.7K 260 21
                                    


Mayo veinte. Marina se miró al espejo con determinación, con una expresión decidida y se convenció que era la dueña de todo lo que ella quisiese, con el saco oscuro y elegante hecho a mano, el bolso de imitación casi perfecta y el labial más formal que había en su cajón, levantó la cabeza y bajó como cual dueña del lugar al comedor.

Había vuelto a ser la más hermosa de la avenida, de la universidad y sobre todo, de Cuervo. O al menos así le gustaba idear al acomodar su cabello oscuro detrás de las orejas para modelar las nuevas perlas que había encontrado en el tianguis un domingo anterior.

Marino leía el periódico con los lentes de profesor falso que ella le había conseguido en su primer día. Bebiendo de un café con más leche que cafeína, miró a Marina de tacones a pestañas, rodando los ojos se carcajeo.

— Vas a clase — opinó él soltando la taza —.

No a una jodida pasarela de moda o a un juicio.

Marina rodó los ojos y guardó una manzana en su bolso, se cruzó de brazos, siempre le había molestado el conformismo de su familia, sobre todo de su hermano mayor. No importaba cuanto lo quisiese, a ella no le gustaba que la tomasen por demasiado y mucho menos por poco, ella debía ser tomada, como lo que era, y la palabra era ideal.

— Para obtener lo que quieres, debes lucir preparada para recibirlo. Si no, se te escapa.

Él se carcajeó con sarcástico sonido y asintió sin darle más importancia de que la probablemente Marina merecía. Ambos se quedaron en silencio observándose, como intentando encontrar que criticar del otro, pero ninguno dio el primer paso y Marina aprovechó para ayudar a Lupe a agilizar la mañana. Sentándose junto Marta, le amarró los rizos oscuros en dos coletas que a la pequeña de la casa, hicieron sonreír. Merendaba un emparedado de mermelada con leche y sacudía las piernitas tarareando una de las canciones que Lupe solía poner al momento de limpiar la casa.

Lupe saludó a Marina con un beso en la cabeza y anunció ir a la cocina a comenzar con la preparación de los almuerzos de los menores para llevarlos a sus respectivas escuelas. Cada niño asistía a una escuela diferente, idea de ambos, haber compartido la misma escuela para los dos fue una tortura, por lo que idearon que cada niño pudiese tener una vida independiente de sus otros dos hermanos.

— Te toca cuidarlos esta tarde — ordenó Marino.

—Me toca todas las tardes — replicó Marina con el ceño fruncido.

—Tengo trabajo, Mari, créeme, no es por chingarte la tarde.

—No es verdad — contradijo ella —, tienes practica con la banda, no trabajo.

—Es lo mismo — interrumpió él —, es a lo que me dedico y de lo que comemos mientras Rosalía no envíe dinero.

—Mamá — corrigió Marina con el ceño fruncido —, no tengas miedo a llamar como lo que es.

—No importa — concluyó él de golpe —, obedece.

—¿Por qué no puede Lupe?

—Porque Lupe cobra la puta hora y no estamos para gastarnos algo que puedes hacer sin problema alguno.

—Pero...

—Marina — llamó con voz firme —, obedece.

Marina observó con los ojos entrecerrados a su gemelo. Hacía un mes de la bochornosa situación de la desaparición y ya parecía lucir mejor. Más fresco, seguro y sobre todo, mandón, pensó Marina frunciendo los labios al pensar que tendría que cancelar el café por la tarde con una de sus amigas.

Océano de Huesos {Los Dones de la Muerte I}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora