XXIX: GEMELAR DE ORO

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Con la llama podemos entrar al limbo — decretó Sabrina cruzada de brazos —. Bueno, pueden.

—¿Y como entramos al limbo? — dudó Marina.

—Ahí esta el truco, a mi me lo enseñó mami Muerte, a Luan no.

Jin frunció el ceño y parecían querer volver a pelear, por lo que Marina los detuvo nuevamente resoplando y los invitó a cooperar más rápidamente. Sabrina se levantó del sillón de la habitación y anunció que los ayudaría por las sombras. Los esperaría tres días, y al amanecer del cuarto día, entraría en el limbo, no más de dos minutos, y ellos ya tendrían que estar en un punto acordado para sacarlos de ahí. Marina quiso abrazarla, pero sabía que eso extrañaría a Sabrina. Jin miró de reojo a Marina y pensó lo difícil que sería engañarla, porque la historia de Sabrina no servía, porque así no iba a terminar su historia.

Jin se puso de pie rechinando la silla y ordenó a Marina hablar en privado, algo que la mencionada no negó, pero si provocó que Sabrina frunciera el ceño y golpease la mesa llamando su atención.

— ¿Por qué no puedo escuchar? Soy parte de esta misión ya, ¿no es así? — reclamó Sabrina frunciendo el ceño.

—Vamos a besarnos — interrumpió Jin —, a menos que quieras ver.

Sabrina sacó la lengua con asco y negó dándoles la espalda buscando algunos libros. Marina lo siguió divertida y confundida, Jin se encogió de hombros susurrando que no pudo pensar en otra excusa mejor, a lo que Marina recalcó estar completamente de acuerdo.

—Aún me debes esa promesa por regresar entera de con Marino.

Jin le sonrió rodando los ojos y le sacudió la cabeza con cuidado. Cuando llegaron a un extremo donde se aseguraron de que Sabrina no escuchase, Jin se cruzó de brazos y se recargó en el lavabo del baño mientras Marina observaba a lo lejos a su nueva conocida.

— Tengo algo que hacer — susurró él —, y no te va a gustar.

—¿Qué cosa?

—Es un secreto — determinó Jin —, pero necesito que digáis que me perdonas.

Marina abrió la boca pero no pudo ni producir suspiro. Volvió a cerrarla apretándola con un poco más de fuerza para entender las intenciones de Jin, las cuales parecieron volver oscuras, como un purpura enfermizo por el hecho de ser sofocante, sin brillo e intenso. Pero veía en su mirada un arrepentimiento sincero.

Jin la miraba con los ojos caídos aún más fruncidos hacía abajo, las cejas densas juntas y el labio inferior casi temblándole. Marina no podía imaginar que intentaba, pero decidió otorgarle lo que pedía, porque como una vez dijo él, ninguno de los dos eran Santos. Le rozó la mejilla y asintió sonriéndole con suavidad, viendo como le volvió la vida a él.

Marina se separó del espejo y comenzó a avanzar de regreso, pero Jin la detuvo tomando su brazo y regresando a donde estaban previamente. Le rozó la mejilla y pegó ambas frentes con cuidado. Ella sonrió y le pasó las manos por el cuello y por primera vez tocó el cabello ondulado del chico. Suave y con aroma a floral. Rozaron las narices lo que le provocó cosquillas a Marina quien rio por lo bajo. Se besaron por un momento que a Marina le parecieron como horas, Jin lo sintió demasiado rápido, como si no fuera suficiente jamás.

— Solo un momento — susurró él como lo había hecho en el hotel.

— Solo un momento — terminó ella dándole un beso rápido.

Jin le sonrió y sugirió regresar con Sabrina. Mientras la vio avanzar delante de él, pensó en lo complicado que sería todo a partir de ese momento.

Océano de Huesos {Los Dones de la Muerte I}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora