XIX: NIÑO DE ORO PERDIDO

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Padre.

Fue lo primero que Marina escuchó cuando dio otro paso en el pasillo. Jin joven apareció en la escena observando a su padre. El niño subió hasta el sillón donde él se encontraba llamándolo con una mirada fija.

Arnau De Aragón, reposaba en un sillón blanco con una expresión triste, algo que Marina notó recurrente en las memorias de Jin; Vestía un traje azul ajustado y el cabello oscuro corto pegado a la nuca y orejas, casi no aparentaba ser familiar de Jin.

El hombre rodó los ojos y dejó de mirar una carpeta gruesa para observar de reojo al niño, prosiguiendo a fruncir el ceño ordenándole que se acomodase de forma correcta en el sillón y se sentase de forma recta. Jin acató cada orden que se le dio y esperó a que lo dejase hablar.

¿Qué queréis?

Preguntarte algo — respondió él.

Son las tres — susurró mirando el reloj de la pared y suspiró —. Todavía no sois mi problema, sois asunto de María Dolores o de tu madre, ve y pregúntale a ella. A mí no me molestes.

Ella ya me ha respondido. Pero siento que no fue del todo honesta. Ella ha dicho que sí.

¿Y por qué es ese mi problema, Jin?

¿Puedo preguntarte?

Rodó nuevamente los ojos y bajó la carpeta con fuerza y molestia. Se cruzó de brazos y miró hacia el frente esperando a que Jin hablase. El niño sonrió agradecido y Marina lo vio preparase con todas sus fuerzas para preguntar. Pero antes interrumpió una mujer de estirada apariencia y espalda recta, limpiando la sala con mucho cuidado, supuso era la famosa María Dolores, quien entró con los auriculares en ambos oídos y tarareando despacio.

Tu me queréis, ¿verdad, padre? — preguntó Jin nervioso.

Él se carcajeó.

¿Tanto misterio para una pregunta tan tonta?

Arnau De Aragón se levantó tomando la carpeta y la metió bajo su brazo. Estiró las piernas y miró a Jin una última vez, suspirando rodó los ojos, se inclinó hasta él y Marina pensó que le daría algún beso o palmada, pero solo lo observó a su misma altura y sonrió de una forma retorcida.

No — murmuró él.

Como si de un chiste hubiese contado, sonrió divertida y volvió a enderezarse. Se aclaró lo garganta y se retiró cerrando las puertas detrás de él. Desapareciendo totalmente. Marina vio a Jin pequeño caer en el sillón y apretar los labios para evitar llorar. María Dolores se acercó a él, de pie y con un trapo en la mano, se cruzó de brazos y frunció el ceño.

Si no querías escuchar la verdad — murmuró ella —. No debiste preguntar.

Y de igual forma, desapareció tarareando otra canción diferente. Marina miró a Jin real, quien no comentó nada de la escena y continuó avanzando. Atl se sacudió las plumas en el hombro de Marina y la hizo despertar del transe de las memorias.

La escena cambió a Jin sentado debajo de un árbol mientras veía una cadena con las iniciales de lo que supuso, pertenecían a Sif Crane. La Muerte se sentó junto a él mirándolo con atención, más que cariño lo observaba con una fascinación, como orgullosa de haberlo creado tan hermoso y perfecto, aún si no era ideal. Le preguntó por la cadena, a lo que el Jin preadolescente lo guardó y evitó el tema, pero la Muerte insistió.

Jin entonces decidió no responder y en su lugar preguntar a la Muerte porque había tenido padres tan complicados, entre un padre al que odiaba y una madre muerta, sentía que era demasiado peso para un niño que se suponía, debía ser tan divino como su origen, y por ende, su pasado.

Océano de Huesos {Los Dones de la Muerte I}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora