III: OLA DORADA

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Ariadna lanzó la cabeza hacia atrás con cuidado observando desde los casilleros, como Marina, su casi rival más odiosa, charlaba con varias personas quienes, como de costumbre, la adulaban falsamente. Veintiuno de mayo y el día no comenzaba como le hubiese encantado del todo.

Pronto dejaron en paz a su enemiga natural y un chico desconocido se acercó con una sonrisa suave. Para Ari, bastante guapo. Tal vez demasiado para su gusto. Con el rostro de un Golden Retriever por la suavidad de sus facciones, pero la vibra de los típicos chicos que solo sabían traer más y más problemas. Con chaquetas oscuras, motocicletas, cigarrillos en los bolsillos y probablemente los suficientes tatuajes como para ser una pared en la calle del arte. Ari los odiaba así.

Marina no lucía demasiado entusiasmada por la presencia del chico problema junto a ella, pero tampoco aparentaba querer correr de él, como si quisiese probablemente quedarse, pero supiese que debe alejarse cuanto antes. El chico se pasó la mano por el cabello rojizo y se inclinó en el casillero haciendo sonreír a Marina sin mucho esfuerzo, y cuando Ari vio una bandana en el cuello de la Bahía famosa de la universidad, pensó mal de su relación con el extraño.

— No puede ser — gritó a los aires grises Zonia —, no es justo, ¿acaso Marina Bahía debe llevarse a todos los chicos atractivos de la universidad?

Zonia era una de las casi amigas de Ari, con el cabello oscuro como el pelaje de los gatos y la mirada propia de una niña mimada de ciudad. Una mimada enviada forzosamente a Cuervo por su pasado desastroso.

Ari las miró de reojo y cruzó miradas con Reyna, otra amiga suya quien parecía estar menos loca que las demás, porque solo se limitó a rodar los ojos. La némesis de Ari no valía la pena estar en boca de sus conocidas, sobre todo a mitad de la mañana donde lo único que deseaba era que todos se callasen, aunque fueran por segundos.

— Es de las chicas más hermosas — argumentó Reyna —. Es una buena estudiante y se ha ganado su famita, supongo que es normal que el nuevo ande tras ella.

—Ya saben que solo finge su vida — interrumpió Cynthia apretando los labios —, no dejen que las engañe.

—Si todo lo finge — continuó Kendra, la otra chica del grupito —, a lo mejor y es algún primo.

Pero Ella y Bella, las mellizas pelirrojas, negaron al mismo tiempo y señalaron a Marina. Con su falda de cuadros y su sacó rojizo que acompañaba la diadema en el cabello alaciado de ella.

— Todos los Bahía son algo morenos — explicó Ella.

— El chico parece más un irlandés, ha de ser del grupo de los de intercambio — completó Bella.

—¿A quien le importa? — se impacientó Ari.

El tema menos favorito de Ari era cualquier asunto relacionado con la familia Bahía, no solo eran la familia que ya una vez habían engañado al padre de Ari estafándolo en ventas, también era la familia de su enemiga natural y de la persona que era dueña de sus sueños y pesadillas, persona que estaba a meses de darle su apellido a otra persona que no era ella, y eso le hacía hervir la sangre.

Por supuesto que le había llegado una invitación, como Marina había preguntado para hacerla molestar, ¡el muy descarado se había atrevido a enviarle la mejor carta de bodas! ¡Incluso tenía su nombre completo en ella!

Suspiró para sí misma y controló sus pensamientos, no estaba en lugar para pensar en Marino Bahía, porque ya no era suyo y jamás lo sería de nuevo, por lo que pensar en él solo le causaría una nueva tristeza y llorarle más de lo que ya lo había hecho, le parecía un pecado totalmente, él ya no merecía que Ari desperdiciase rímel costoso en su recuerdo.

Océano de Huesos {Los Dones de la Muerte I}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora