XVII: NIÑO DE ORO

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Jin decidió sí tomarle la mano cuando comenzaron a avanzar por un pasillo que se hizo presente al momento de decidir avanzar, él calmó su respiración y comenzó a susurrar una oración que había encontrado en el libro, el cual era importante para guiarse entre las eternas memorias de él. Las runas volaron por la habitación rodeándolos como una manta poco colorida. El aire acompañó el susurro y las manos comenzaron a sudarles a ambos, algo que pronto les sería útil.

Todo cesó en un silencio adormecedor. Las palmas de ambos estaban heladas y sus corazones no latían lo suficiente para considerarse vivos del todo. Marina sintió su garganta casi cerrarse y estuvo por soltarse con tal de poder tocar lo que sentía, porque la habitación estaba tan iluminada que no se veían ni las yemas de sus dedos, pero Jin se lo impidió y ordenó que cerrase los ojos hasta que él lo indicara.

Ella se incomodó cuando susurros le llenaron los oídos y un viento tan fuerte como para que el cabello se metiera por su boca y sus oídos se sintieran aturdidos. Un extraño deseo de abrirlos le invadió provocando que no pudiera evitarlo. Todo era gris y millones de sombras rodeaban a ambos. Jugaban con el cabello de Jin y tocaban el cuello de él. Ella no pudo hacer o decir nada antes de que algo le cubriera la visión por completo.

Si continúas mirando, te llevaran con ellos— susurró su dios protector mediante un chillido de Atl.

Marina cerró los ojos de nuevo y los apretó.

Todos tienen demonios, Marina — confesó Alt en chillidos y en voz del dios azteca —. Si los ves, te verás en vuelta en sus problemas.

Ella no dijo nada cuando algo le tocó el hombro y sacudió su cabello mientras continuaban susurrando a sus oídos. Intentó ignorarlo de nuevo y pensar en la advertencia, pero de nuevo no pudo evitar mirar por el cuello de él. Una mujer con una enorme sonrisa la miró con tres ojos purpura. La estudiaban y parecía que esperaba solo segundos para acercarse a ella. A su alrededor comenzaban a unirse más figuras y muchos más ojos con largas manos que pretendían lo mismo que le mujer.

Pero todo cesó. Los colores que Marina disfrutaba se hicieron presentes y sintió los nervios alejarse. Jin no la soltó, pero si se alejó un poco para poder reconocer en que parte de su memoria podría estar. Inspeccionaron el lugar a hasta que Marina reconoció aquello como una clase de escuela. Jin la liberó por fin y se puso de pie ayudándola por la cintura.

La memoria se abrió en un patio escolar. Un grupo de chicos rodeó a lo que Marina reconoció como a Jin con muchos menos años que los presentes. Calculó alrededor de probables nueve años. Tenía una complexión más delgada, una expresión de agotamiento acompañado de ojeras que, en la actualidad de Marina, no existían. Era más bajito que los demás niños a su alrededor, y tenía el cabello más largo que en la actualidad.

Cuando el niño salió de los baños, se encontró con otro grupo de niños, donde había tantos tamaños diferentes que Marina supuso, cada uno seria de diferentes grados. Había pocas niñas, pero sus miradas eran más potentes que la de los niños. Con asco, diversión y, sobre todo, poder excesivo que creían tener más no lo poseían en realidad.

—¿Contexto? — pidió Marina.

Jin parecía aliviado, porque, aunque era un recuerdo presente en su vida, aún no eran aquellas memorias peligrosas de las que quería escapar.

—Es mi escuela primaria — explicó Jin —, era como deporte escolar, molestarme.

—¿Te hacían bullying?

—Yo lo llamo más provocación. Les gustaba más buscar pelea.

Mi hermano dice que tu padre está en la cárcel — interrumpió un niño en el recuerdo de Jin.

Océano de Huesos {Los Dones de la Muerte I}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora