IV: SANGRE DE ORO

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En la madrugada del veintitrés, Marina sintió alrededor de las tres y media de la mañana que el Smirnoff de tamarindo comenzaba a desaparecer de su sistema. Frunció el ceño molesta y cuando Carla Torres, su amiga, le propuso darse una vuelta por el club para buscar bebidas gratis de los chicos desesperados o los viejos verdes que gustaban de comprar la atención de las chicas con alcohol, le sonó tentador.

Pero Marina negó con la nariz arrugada y anunció que saldría a fumar para tomar un poco de aire. Ninguna de sus amigas se interpuso y se movieron en grupo a dar vueltas entre las mesas. Empujando la puerta trasera, revisó que llevase la llave para regresar dentro. Marino era amigo de uno de los meseros, por lo que había conseguido una copia para ocasiones donde no la dejasen pasar o se perdiese un rato en las calles.

Sacó la lengua con un poco de asco cuando se dio cuenta que había cometido una equivocación de chaqueta al tomar el de su otra amiga, quien solo tenía cigarrillos saborizados de pepino. Pero decidió que podía hacer el sacrificio, encendiéndolo miro el humo hundirse en las estrellas y las contó notando que esa noche, parecían faltar en comparación a las que estaba acostumbrada a contar.

Sacando el humo con poco esfuerzo, se atragantó cuando un sonido pesado la hizo brincar mirando a todas partes. El ataque de hacía dos días la tenían tensa ante cualquier situación desconocida o que la hiciesen sentir extraña, pero sintió que aún si había una persona peligrosa, podría con ello porque su don de la prevención o el control de las personas con su voz, le podrían dar ventaja.

Por lo que no corrió cuando el ruido se repitió, incluso comenzó a acercarse para intentar descubrir que la estaba haciendo preocupar. Intensificándose el sonido, miró con los puños apretados detrás de uno de los enormes contenedores, lista para atacar, el corazón le bajó de vuelta a su lugar cuando un gato con heterocromía y pelaje blanco le brincó a los pies para impregnarle su olor. Suspiró rodando los ojos y se inclinó para acariciarlo con una sonrisa de alivio.

Pero la tranquilidad no le duro demasiado cuando el sonido cambió a algo aún más estruendoso que la hizo girarse con un brinco que compartió con el felino que corrió a esconderse detrás del contenedor. Marina se quedó helada y sobre todo, aterrada sin saber ubicar que era lo que observaba con las piernas rígidas. El cigarro se le cayó de los dedos y la boca parecía querer hacer lo mismo como reacción a la escena a solo unos metros de ella.

Reconoció primeramente a Jin De Aragón, cubierto de lo que parecía oro liquido, una posición incomoda al momento en que se sostenía el costado izquierda al tiempo en que rechinaba tanto los dientes que Marina podía escucharlos a la perfección. Pero aquello no era lo que había hecho a Marina casi llorar, sino lo que estaba frente al chico. De al menos dos metros, cabello oscuro, descuidado y trasquilado, garras desde el inicio de la muñeca que sobresalían de la piel gris rasgándola, solo eran las cosas menos aterradoras de la criatura.

Lo que provocó que Marina casi vomitase del miedo, fue el rostro con que el conectó por accidente. Un solo par de ojos eran suficiente para que probablemente no conciliase el sueño en un largo tiempo, grandes, desorbitados y sobre todo, si un solo rastro de parpado. Un hueco rojo donde debía ir la nariz y una sonrisa caricaturesca, no por lo divertido, sino porque Marina simplemente no podía creer que alguien pudiese sonreír de pómulo a pómulo, sin labios y con colmillos que al abrir y cerrar la boca, se clavaban en las encías de la criatura. Emitía un sonido similar a un quejido, como un gemido cortado que se acompañaba de una risa enferma, casi asmática, profunda y sobre todo, siniestra.

"Ku, Ku, Ku" repetía la criatura sin quitarle los ojos inexpresivos de encima. Marina tenía suerte de haber ido al baño antes de fumar, porque de lo contrario, probablemente se hubiese orinado del terror que sentía. No podía pensar con claridad, como a viva flor existiendo sin pensar que podría pasar si continuaba oyéndolo murmurar los Ku.

Océano de Huesos {Los Dones de la Muerte I}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora