XV: OLEO SABOR ORO

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Marina se acomodó el sweater café alrededor del cuello, sintió que el cabello húmedo se le pegaba al cuello, algo que le provocó un escalofrío mientras avanzaba al lado de Jin y del druida. Quiso preguntar el nombre del nuevo desconocido, pero el hombre iba demasiado metido en mirar hacía el frente sin escuchar nada a su alrededor.

— ¿Con quien tenemos el gusto? — cuestionó Jin adelantándosele.

—Tengo muchos nombres — confesó el hombre —. Pero pueden llamarme Johann o Giuseppe, como sus lenguas lo deseen.

Marina quiso hablar, pero no pudo cuando el hombre decidió comenzar a hablar diversos temas que marearon a ambos. Le recordó a aquellas conferencias de la plataforma de Ted Talks, por la forma en que se expresaba y daba consejos que ninguno de los dos había pedido.

Johann Giuseppe abrió amabas manos para levantarlas como si siguiera el patrón de una melodía solo audible para él, la tierra vibró debajo de ambos y no hubo el tiempo necesario para respirar cuando una puerta se presentó. El druida empujó la entrada con una sonrisa y un imprudente olor a musgo y madera seca invadió a Jin. Observó el lugar con atención notando la oscuridad y lo sencillo que era reconocer que debía ser la morada de alguien tan mágico como misterioso. Dio varios pasos al frente después de que el mago lo hizo.

Marina lo siguió poco después con la mirada perdida en las cosas dentro de la extraña habitación a donde se adentraron, Jin curioseó con algunos frascos y libros llenos de polvo en idiomas que no logró ni siquiera reconocer, por lo que le llamó más la atención. Aprovechando la distracción de ellos, Johann Giuseppe atrajo un par de sillas y sin aviso, los colocó. Chasqueó los dedos dorados y una copa se posicionó entre estos con un llamativo liquido rosado como las prendas que Ari amaba usar. Dos copas más relucieron en las manos de ambos chicos, pero dudaron en siquiera querer seguir sosteniendo algo proveniente de un brujo de la extraña procedencia; el hombre volvió a sonreír y tomó asiento en un cómodo sofá que pronto apareció.

— Entonces — habló el druida—. ¿Qué debo hacer por ustedes?

— El amor nos ha enviado — respondió Marina colocando el vaso en el suelo.

Johann Giuseppe enarcó una ceja oscura y sus ojos grises brillaron con diversión. Bebió de su copa y se relamió los labios para reclinarse hacia atrás.

— Aunque eso es algo que tu ya sabes — interrumpió Jin.

— En efecto, Amadis — confesó el brujo —. Ya conozco todo, pero lo que quiero saber es que creen ustedes que merecen saber.

— ¿Qué merecemos saber? — dudó Marina y frunció el ceño —. Pues eso es simple, nos han encargado buscar una jodida llave para encontrar a la Muerte, a nuestra hermanita mágica y probablemente salvar al mundo de paso.

La respuesta de ella no complació a Johann Giuseppe, pero si lo hizo reír con una expresión fanfarrona, se estiró y se puso de pie. Observó una pared vacía y verde mientras daba círculos sobre el vaso con el dedo. Se giró a mirar a Marina y la estudió dando vueltas a su alrededor sin dejar ningún espacio en blanco. Pasó los dedos por algunos cabellos de ella y los sacudió entre estos.

Marina quitó la mano de él de un manotazo y lo miró con enojo y nueva desconfianza.

—No me putas vuelvas a tocar — ordenó ella causando una sonrisa divertida en el brujo.

— Se que eres una artista nata, Aisha — reconoció él.

Marina enarcó una ceja confundida y admitió no pintar ni mucho menos, desde tal vez cuatro años atrás, la última vez que lo hizo, fue en la preparatoria. Pero supuso que era un ser mágico, y tendría que saber varias cosas secretas de ellos.

Océano de Huesos {Los Dones de la Muerte I}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora