Nada tenía sentido para mí, me empecé a plantear acabar con mi vida y seguro lo hubiera hecho en ese momento de no ser por el placer que me descubrió, me consumió y me salvó. En una de mis expediciones a la habitación de mi hermana, en busca de recuerdos o huellas de la Roxane que yo conocía antes, me encontré, en un cajón lleno de pulseras y lápices, una caja de Marlboro con 6 cigarrillos dentro. Al principio me inquietó, pero después de todo lo que había descubierto de Roxane, me pareció algo totalmente normal, qué más daba, los dejé allí, ni siquiera lo pensé, no me lo planteé, no quería que ella me descubriera fumando, y mucho menos fumando uno de SUS cigarrillos, lo que menos necesitaba en ese tiempo eran problemas con ella. Pero esos cigarrillos se quedaron en mi mente, los días siguientes empecé a ver gente fumando en todos lados, en la calle, en la televisión, en los libros, en la música, la gente amaba fumar, había algo que los hacía sentir bien y los atrapaba, eso era exactamente lo que yo necesitaba.
Al final la curiosidad me ganó. Me senté en el balcón y observé el cigarrillo, tenía un olor a dulce, a papel y a viejo, y además se veía bien cool en medio de mis dedos, en ese momento pasó un tranvía y no lo pensé más, tomé el mechero, cerré los ojos y empecé a fumar...
Asco, asco, mierda, ¡¿Que es esto?!, me ahogué, sentí que iba a vomitar ¡¿Por qué carajos le gustaba esto a la gente?! Le di tres caladas y no pude más, tiré el cigarrillo al vacío, escupí y tosí y sentí que escupía un pulmón y me dieron ganas de matarme allí mismo. Decidí que fumar no era lo mío, dije que no lo volvería a hacer.
Mentí.
Dos horas después le di otra oportunidad, primero mantuve el humo en la boca por unos segundos, lo expulsé, le di otra calada y me tragué el humo. Mierda, mierda, asco, puta vida, lo odio. Lo estaba haciendo mal, definitivamente. Mantuve el humo en mi boca e intenté sacarlo por la nariz, nada mal, lo seguí haciendo así varias veces y cuando el cigarrillo llegó a la mitad lo apagué.
Al día siguiente lo volví a intentar, esta vez respiré y llevé el humo a mis pulmones, tosí fuerte, pero ya no sabía tan mal, ahora era soportable. Sin embargo, no sentía el alivio esperado, seguía sin ver por qué la gente lo hacía, por qué sentía ansiedad y por qué adoraban el cigarrillo. Dos días después de acabar con el sexto y último cigarrillo me di cuenta.
Empecé a fumar regularmente, de alguna manera, sí me calmaba, sí me hacía sentir relajada. A veces sostenía ese humo azul varios segundos y mi cerebro, boca y pulmones se atascaban en nicotina y entonces me sentía mareada, recostaba mi cabeza, subía los pies y era como si flotara y por unos segundos y todo estuviera bien, toda la tristeza se iba flotando en medio del humo que salía volando por el balcón y yo me iba detrás de él, queriendo más y más, consumiendome un poquito más, un poquito menos. Probé unos cigarrillos mentolados y me gustaron aún más, fumando salí un poco de mi tristeza, de mi miseria, y ese fue solo el inicio. Si, quería más, más, dame más, más humo, más azul, más alivio, más colillas, más cenizas, más liberación, más yo.
Más, dame un poco más, quiero intoxicarme en vos, arrancacorazones.
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Las desventajas de vivir
Teen FictionUna persona puede llegar a ser más adictiva que las mismas drogas ¿Qué pasará entonces si se combinan las dos? Y si, atrapada en una horrible soledad y en una vida de mierda, sólo ellas calman tu depresión ¿Qué tan bajo se puede caer? Esta es la tr...