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      Yo empecé a empacar también porque a fin de cuentas no tenía otra opción. Empecé a recoger cosas de mi habitación y a decidir qué me iba a llevar, qué podía botar, qué podía vender y eso. Así fue como encontré algo extraño debajo de mi cama. Era un porro. Seguro era de Miguel, de Alison o hasta de Mandy; a alguno de ellos se le había caído cuando estuvieron en mi cuarto y al parecer no se dieron cuenta. Me asuste de que eso estuviera ahí en mi casa, pero me sentí aliviada de haberlo encontrado antes que mi hermana o alguien más. En fin, no pensaba deshacerme de él, de hecho, era en ese momento cuando más lo necesitaba. Me senté en el balcón y empecé a fumar. Drogarme sola se sentía distinto, era solo yo y mis pensamientos, me gustaba, lo disfrutaba y, siendo sincera, lo necesitaba, necesitaba algo que me diera tan solo un poco de felicidad, algo para acabar con mi tristeza o al menos distraerla por un rato y el cigarrillo ya funcionaba, ya no era lo mismo, ya no hacía el mismo efecto.

Las desventajas de vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora