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      El siguiente martes falté a clase para salir con ellos. Lo recuerdo porque ese día Roxane salió de casa más tarde de lo normal; ella siempre se iba a trabajar antes de yo salir para el colegio, pero justamente esa vez se estaba demorando, entonces yo tuve que fingir que iba a estudiar, tuve que ponerme el uniforme, empacar mi bolso y salir. Estaba demasiado tarde para esperar que ella se fuera y entrar a cambiarme, así que me tuve que ir así en uniforme a encontrarme con ellos en la iglesia de Miraflores. Algo bueno de toda la zona de Buenos Aires (que comprende Miraflores, Loyola, Alejandro Echavarría, parte de Boston y otros barrios) es que queda en un extremo de Medellín, los barrios terminan y empieza la montaña, de allí para arriba ya no hay nada más que solo árboles y maleza.

Aquel día fuimos a un bosque al que le llamaban El Seminario, no tengo ni idea de cómo llegamos porque no conocía nada, solo recuerdo que cada vez había más árboles y menos casas y que después de menos de una hora caminando la calle se acabó y llegamos a un sendero donde empezó el bosque. Yo estaba asustada, y no por haber faltado al colegio, sino porque parecía la zona perfecta para un asesinato, nos adentrábamos más y más en la montaña, el bosque se hacía más espeso y no había rastros de vida humana. Miguel decía que conocía todo, que había crecido caminando por esos bosques y que no nos preocupáramos. El bosque era hermoso, se respiraba bien y hacía un frío reconfortante. Encontramos un tronco que de alguna forma sobresalía desde suelo inclinado y allí nos sentamos. Descansamos, nos desacaloramos y claro, prenda eso que ya llegamos.  

Amanda sacó de su leñadora su encendedor morado y un porro de color café que, según ella, sabía a uva. Luego supe que eso se llamaba blunt. Fumar un porro fue más fácil que en bong, era más parecido a un cigarrillo y no salía tanto humo, pero igual me hacía toser hasta querer morir. Yo estaba asustada pensando en que alguien, quizá un policía o un ñero*, iba a aparecer por el bosque y nos iba a meter en problemas.

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*Cani, flaite, turro, naco, etc.

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-No se ponga a pensar en esas cosas que se puede malviajar -me dijo Miguel-, cuando eso pasa, a uno le entra un pánico terrible, el corazón le empieza a latir a mil, empieza a tener pensamientos malos, muy malos, uno siente que se va a morir. Así le pasó a un amigo en este mismo bosque, vinimos a fumar y el tipo se malviajó, se puso pálido, estaba mareado y muy asustado, decía que veía cosas entre los arboles y entonces decidimos irnos. Cuando él se estaba parando para irse le dió un calambre en una pierna, estaba aterrorizado, tuvimos que quedarnos con el por casi media hora hasta que se compuso. Cuando por fin su pie estaba bien, se paró para poder irnos y entonces le dio otro calambre en la otra pierna. Oscurecía y pensamos que no íbamos a poder salir de aquí. Más tarde le dieron ganas de cagar y tuvo que hacerlo detrás de un arbusto, sin nada con que limpiarse. Como sea, por eso hay que aprender a controlarse, un malviaje es una cosa muy muy seria, recuerdalo siempre.

Entonces yo me calmé y disfruté de la droga. Se sentía bien, en vez de estar en ese estúpido colegio, estaba allí con Mandy, en los pinos donde el sol ni siquiera brilla. Me gustaba estar con ella, me gustaba fumar con ella, me daba cierta armonía, me hacía sentir que todos mis problemas desaparecían y que mi cuerpo y mente se relajaban de una manera que no era posible estando en sano juicio. Luego, la comida me sabía a gloria, cada mordisco era como un manjar de dioses y por más que tragaba no me llenaba, todas las emociones se potenciaban y al dormir caía muerta, entraba en un sueño tan profundo y tan estable que no conseguía ni después de masturbarme.

Algo cambió, cuando estuve a su lado.

Hoy no recuerdo cómo podía, sin conocerla, pasar mi vida.

Las desventajas de vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora