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     Aquí no hay mucho por recordar, los días siguientes fueron días muertos, días en los que no me sentía yo misma, estaba en un colegio que no quería, donde fingía ser alguien que yo no era solo para tener un par de amigos falsos con vidas falsas y no sentarme a comer sola en los descansos en ese falso colegio, pues no hablaba con nadie más del salón, entraba sin saludar y salía sin despedirme, nadie me conocía y yo no conocía nadie, ni siquiera me sabía sus nombres, simplemente me daban todos igual. Mi falsa vida continuaba igual; del colegio a mi casa y de la casa al colegio. No me provocaba salir a la calle. Aunque me invitaban, no valía la pena pasar tiempo con nadie, no valía la pena seguir siendo parte de sus estupideces, no había punto en seguir viviendo, en seguir con mi farsa, me sentía de plástico, inútil como una mierda, estaba decepcionada con la vida, pero sobretodo conmigo misma, había tenido mi oportunidad, la opción de rehacerlo todo y de ser quien yo realmente quería, pero lo había desperdiciado, la había cagado, simplemente me había hundido aún más en esas arenas movedizas llenas de mierda, vómito y melancolía y, a pesar de mi rabia, todavía seguía siendo una rata en una jaula.

Las desventajas de vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora