4

34 3 1
                                    



      Entonces el colegio me empezó a dar totalmente igual, ni siquiera sabía para qué seguía yendo, no alcanzaría el tiempo para graduarme, pero no me importaba porque estaba segura de que iba a reprobar de todas formas. Antes de la llegada de esa maldita carta, mis calificaciones empeoraban día tras día. Hace un año yo era la mejor de la clase, mientras que este año todo empezó a cambiar, no sé exactamente por qué, quizá por mis vicios, quizá por mi desinterés en la interacción social, quizá por Amanda y mi destructor concepto de "ser joven" o quizá por mi afición a la nostalgia, a la depresión y a la melancolía, el mayor de mis vicios. No lo sé, nunca lo sabré. De la manera que sea, el colegio me empezó a aburrir, no quería dedicar mi vida a nada de lo que me enseñaban, realmente no la quería dedicar a nada, no tenía claro lo que quería ser porque ni siquiera tenía claro lo que era, solo me sentía presionada, me obligaban a estudiar cosas que no quería y estaba destinada a crecer y ser una empleada más.

Cada mañana antes de salir al colegio empecé a fumar hierba, le daba dos o tres caladas al porro que había encontrado, era suficiente para sentirlo pero no tanto para que se me notara demasiado. Estar en el colegio drogada era totalmente distinto, el día pasaba más rápido, me distraía imaginando pendejadas con cosas que veía por la ventana, no prestaba atención a clase porque igual no entendía nada de lo que los profesores explicaban y a veces me daban ataques de risa, tanto que tenía que salir del salón. Supongo que los muchachos a veces se daba cuenta de que yo andaba en en otra galaxia, quizá por mi olor, quizá por mis ojos, o por mi actitud distraída y dormida. Como sea me daba igual, si días antes todas y cada una de las personas del salón me importaban un carajo, ahora fumada me importaban mucho menos, por mí se podían ir todos a la mierda.

Durante esos días volví varias veces a fumar cigarros en la ventana del baño, allí donde había fumado un Marlboro una vez. A Ana decidí no contarle nada de que me estaba drogando, ni lo de mi casa, ni de que me iba a ir del país, pero sí le conté de aquel respiradero y de lo que yo había estado haciendo en ese baño, ella dijo que cómo así, que si estaba loca, que me iban a descubrir y que me iba a meter en un problema bien serio y que me iban a echar y bla bla bla, a mí me daba realmente igual, había encontrado una manera de hacer ese colegio más soportable, menos aburrido. Luego de un silencio incomodo, Ana me dijo que ya había visto esa ventana, que nunca se le ocurrió fumar allí, pero que lo quería intentar, que qué más daba. Durante clase de matemáticas con el profesor Trump (Le decíamos así por su constante enojo y su mala leche, además porque era rubio) pedimos permiso para ir al baño, primero yo y unos minutos después ella, para no hacerlo sospechoso. Luego nos encontramos allá en el baño de hombres.

Nos paramos juntas sobre el sanitario, Ana encima la taza y yo sobre el tanque, y le pasé un Marlboro, empezamos a fumar. Yo nunca le conté a Ana absolutamente nada acerca de Mandy, ni siquiera le conté lo de la caja de cigarrillos con el número en su bolso, simplemente ella no tenía ni idea de nada, yo había sido muy reservada porque Ana no significaba nada para mí, no era realmente mi amiga y yo no sentía necesidad de decírselo, además, porque no quería que se metiera o algo así. Pero ¿Qué más daba? En unos días no la volvería ver, ni a ella ni a Mandy.

-¿Recuerdas a la chica del toque al que fuimos? Olvidé decirte que días después de eso me la encontré en la calle y charlamos un rato -mentí.

-Si la recuerdo, y también recuerdo que te dije que cuidado. En serio, no te metas con Mandy, con ella no.

-¿¡Pero por qué!? -pregunté-, en serio no entiendo cual es tu problema.

-¡Porque es una perra! La conozco, estudié con ella hace unos años en un colegio de Boston y sé que se folló al novio de su mejor amiga a escondidas. Además, es heterosexual y tiene novio, así que no te hagas ilusiones.

-¿Dices que se folló a Miguel? -pregunté llena de celos.

-Si... Espera ¿¡también lo conoces!?

-Da igual.

Entonces apagué mi cigarrillo y salí del baño confundida, casi con lágrimas en los ojos. Ana ni se inmutó, se quedó allí acabando su Marlboro.

El en pasillo vi al profesor Trump dirigiéndose enojado hacia el baño de hombres. Nos habían descubierto, bueno, mejor dicho descubrieron a Ana.

-Que se joda -pensé-, maldita entrometida.

Nunca supe qué pasó con Ana porque decidí no volver al colegio.

Las desventajas de vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora