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      El teléfono sonó al siguiente día.

-Hola -contesté, casi sin ganas.

-¡Mónica! ¿Qué pasó? ¿Por qué no contestabas?

-Supongo que no quería hablar con nadie.

-Mira, perdón, lo que pasa es que...

-Amanda -la interrumpí-, da igual, no importa, en serio, no quiero hablar de eso.

-Está bien -dijo suspirando.

*Silencio incómodo*.

-Hey -dijo al fin-, ¿Recuerdas la casa de la otra vez? Hoy fui por allá y vi que está casi terminada, cuando eso pase no podremos entrar, entonces vamos a volver ahora, quizá sea la última vez y además no creo que encontremos un lugar igual en mucho tiempo. En fin ¿Quieres venir? Te tengo una sorpresa.

Yo no me podía hacer la difícil, simplemente acepté. Además, quería ver esa sorpresa.

Ese día estaba lloviznando, nos encontramos directamente en la casa, cuando llegué vi que realmente sí estaba casi acabada; la fachada estaba terminada en el primer piso y a medias en el segundo. Encontré a Mandy afuera esperándome, recuerdo que llevaba la misma leñadora roja de la primera vez y un gorro verde de lana, me saludó con un abrazo (¿friedzone?) y entonces subimos. Arriba estaban Alison y Miguel. La casa por dentro continuaba igual, pero había algo distinto, me encontré con música (una canción de Radiohead) saliendo de un bafle que había en la mitad de la habitación y a su lado unas velas verdes que iluminaban el cuarto. Apenas llegué, Alison y Miguel se alegraron bastante.

-Saque pues eso que ya estamos todos -dijo Miguel con ansiedad.

Entonces nos sentamos y Mandy sacó de su bolso algo que yo nunca había visto en persona. Era un bong, de color rojo, algo grande, y con la cabeza de un rastafari en la base. Yo solo miraba, luego sacó una bolsita hermética. Era marihuana. Ahora solo reía.

-Yo nunca he probado eso -dije sonriendo tímidamente.

-Se nota -respondió Alison riendo.

-Normal, siempre hay una primera vez -dijo Mandy.

Miguel sacó una poco de la bolsa, lo puso en un tubo de metal que salía de la base, acomodó sus labios en la boca del bong y acercó un encendedor. Entonces me di cuenta de que había agua allí y empezó a burbujear mientras inhalaba, el humo empezó a subir por el tubo, luego sacó los labios y expulsó todo el humo, salía a chorros, como una chimenea, nunca pensé que tanto humo podía entrar en los pulmones de alguien. Yo estaba nerviosa, nunca había pensado ni siquiera en probar, pero qué más daba, probar es la mejor parte de ser joven. Esperé mi turno.

El bong pasó por Alison, luego fumó Mandy y al fin llegó a mis brazos, yo no tenía ni idea de qué se hacía ahí. Mandy me dijo que tapara con el dedo un pequeño hueco que había en la base y así hice, luego puse la boca en el tubo y ella acercó el encendedor.

-Solo aspira fuerte y sostén el humo -dijo Alison.

La marihuana empezó a quemarse y el humo a subir, yo aguanté un rato y luego solté el humo, entonces empecé a toser como loca, mucho más que la primera vez que fumé cigarrillo, el humo era distinto, era más espeso, me ardía al pasar por la garganta, yo seguía tosiendo como si no hubiera mañana, casi escupo un pulmón. Luego me sentí mejor. Ellos parecían no sentir el humo, tosían muy poco. Miguel puso más marihuana, el bong dio otra vuelta y llegó hasta mí de nuevo, hice exactamente lo mismo y tosí el doble, era demasiado humo, pensé que no iba a ser capaz. Fumé una vez más y luego no quise continuar, era suficiente para mí.

Ellos siguieron fumando y yo solo los observaba. Entonces empecé a sentir que no estaba allí, me espabilé y me sentí normal por un momento, pero luego esa sensación volvió, sentía como que me iba, como si mi mente entrara a otro lugar, yo seguía espabilando, me estaba asustando, ellos me dijeron que no me preocupara, que disfrutara el viaje, entonces yo intenté concentrarme en la música, sonaba Paranoid Android y yo sentí que dejaba la habitación.

-¿Que tal? -me preguntó Mandy.

-Me siento rara, como si estuviera en un sueño lúcido.

Ellos rieron y siguieron hablando pero yo no presté atención, en ese punto me dejé llevar, empecé a sentir que flotaba. Miré sus rostros, miré cómo hablaban de algo que no entendía, miré la habitación, la lluvia, la música, el olor a humedad, las velas verdes y pensé que estaba en el Club de la Serpiente*, entonces empecé a reír, me causaba demasiada gracia, seguía riendo, no sabía por qué, pero no podía parar.

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*Leer Rayuela de Julio Cortázar

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Me sentía relajada, era como si todos los problemas y preocupaciones hubieran desaparecido, estaba como en un limbo, sentía algo extraño, algo que nunca había sentido nunca, pero que me gustaba. Ellos me contaron de sus viajes, de sus experiencias y de las estupideces que habían hecho fumados y así hablamos y hablamos por varias horas hasta que me sentí normal de nuevo, solo que con un hambre horrible y unas ganas de dormir mucho más fuertes que yo. Nos fuimos en la madrugada y fue inolvidable, simplemente se sintió genial.

Esa fue mi primera experiencia con la droga, y me gustó, sin duda lo quería repetir.

Las desventajas de vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora