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     El siguiente miércoles en la noche, casi a la misma hora y mientras estaba sentada en el balcón leyendo El túnel (creo que por cuarta vez), el teléfono volvió a sonar. Me hizo sacudir del susto, casi me caigo de la silla, salí corriendo y me paré enfrente del teléfono, el timbre retumbaba en mi cabeza. Miré el aparato con detenimiento, allí estaba ella una vez más, al otro lado de la línea, y allí estaba yo, cagada del miedo. Esta vez no pensaba perder mi oportunidad, me llené de aire, apreté el vientre y finalmente contesté. Tardé unos segundos en hablar.

-Hola -dije.

No se escuchaba ningún ruido del otro lado.

-¿Hola? -repetí

-¿Quién es usted? -escuché por fin su voz, tan agresiva y tan dulce.

Mi corazón estaba a mil por hora, no sabía que decir, no sabía cómo explicar que ella me había llamado sádicamente la atención, que la había idealizado, que era exacerbadamente hermosa, que mataría por conocerla, que no había parado de pensarla, que me moría y que la necesitaba.

-Mónica -dije.

-¿Mónica? ¿Cual Mónica? ¡Yo no conozco a ninguna Mónica! ¿¡Y por qué me puso eso en el bolso!?

-Eres Mandy ¿Cierto?

-Pues... si ¿Qué es eso tan urgente? ¿Qué es lo que quiere? No entiendo nada.

-Conocerte -respondí.

Entonces el silencio se apoderó de nosotras, fue como si la llamada se hubiera cortado.

Suspirando, resignada, le dije que era yo, la niña del pelo raro, la que le había dado un cigarrillo en el toque de ska, y le dije, sonrojandome desde el otro lado del teléfono, que simplemente quería volver a hablarle y que no había otra manera. Escuché como se rió y eso me alivió bastante, yo también me reí para liberar tanta tensión.

-¿En serio? -contestó después de otro silencio

-Pues... si... ¿Por qué?

-Porque ya me lo suponía... Y porque me moría por volver a verte

En este momento me quedé sin palabras, todo era demasiado confuso ¿Era real lo que había escuchado? ¿Realmente estaba pasando? ¿Realmente ella se había interesado en mí? Yo intentaba hablar, pero no podía, me había quedado sin palabras, me había paralizado, no sabía qué hacer, no sabía que decir. Tenía que responder, tenía que decirle algo, tenía que corresponderle y nada se me ocurría, pero entonces ella se me adelantó.

-Óyeme -dijo-, sé que esto te va a parecer loco o hasta absurdo, pero la verdad es que no me importa porque lo que hiciste con la caja de cigarrillos también lo fue y supongo que, igual que yo, también lo estás pensando ahora mismo. En fin... ¿Quieres salir un rato?

Pero ese "un rato" era en ese preciso instante -¿¡Ya!? -dije. Miré el reloj de la cocina, eran las 10:35 de la noche y era miércoles, tenía clase al otro día. Sí que me parecía loco y absurdo.

-Sí sí, ya. Todavía hay tiempo para tomar el metro o algún bus.

Yo me lo pensé, mi hermana llegaría pronto a casa, pero no podía dejar ir la oportunidad de conocer a aquella muchacha. Debía salir antes de que Roxane volviera para no meterme en problemas, Sin dudarlo más le dije que sí. Ella me preguntó dónde vivía y le respondí que cerca a Miraflores.

-¿De verdad? Entonces ya sé a dónde iremos -se rió-, nos vemos en la estación Alejandro Echavarría a las 11, no te queda muy lejos.

Y entonces colgó.

Las desventajas de vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora