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      Parecía una obsesiva compulsiva, seguía dando vueltas y vueltas por la casa para calmarme. Cada vez todo estaba más vacío, Roxane vendía cada vez algo nuevo y empacaba cada vez más cajas. Yo lo revolcaba todo, buscaba algo, escarbando como loca entre todo lo ya guardado. Encontré una caja llena de medicamentos, pero solo eran pastillas para el dolor y la desinflamación y jarabe para la tos que no hacían ningún efecto, no alteraban mi estado, no cambiaban mi conciencia, necesitaba algo más fuerte. También encontré cloro, pero no fui capaz de beberlo, en cambio, tomé un poco de alcohol (del de botiquín) que había pero no fue suficiente para sentir algo, entonces, cuando había vaciado todas las cajas y buscado en todos los rincones de la casa lo encontré.

Era una botellita de sacol*. ¡Alegría! Cuando la encontré no pude sentirme más feliz, era tan hermosa, tan amarilla, tan olorosa, era perfecta. Yo nunca había inhalado nada, pero qué más daba, no tenía opción, me iba a morir ahí adentro si no lo hacía. Me senté en la cama, me arropé con las cobijas, destapé el frasco y empecé a inhalar. No tenía ni idea de qué me haría sentir, pero con tal de que me hiciera olvidar de mi mierda de existencia, funcionaba para mí. El olor era muy fuerte, primero me ardían los ojos por el vapor y sentía que no iba a ser capaz, pero seguí y luego me empecé a sentir mareada y después me sentía pasmada, congelada, como retrasada. Era como un baño cerebral, se sentía rico, me recosté en la pared con una sensación de agrado que duró por unos momentos. Seguí oliendo y oliendo, pero no sentía mucho más que eso, entonces pensé que ya era suficiente, dejé de inhalar y me quedé ahí tirada en la cama, disfrutando por unos segundos.

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*Pegamento de uso domestico color amarillo. También es llamado Boxer.

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Las desventajas de vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora