Los siguientes días me la pasé a extasiada solo con el recuerdo de su pelo y mirando la marca en mi antebrazo. Me sentía feliz, solo quería repetirlo, quería salir con ella una vez más, quería besarla tocarla despojarla de sus ropas morir con ella. En clase no me concentraba, me quedaba todo el día mirando por la ventana y pensando en Mandy. Yo esperaba que ella me llamase porque yo no tenía su número, y es que, aunque lo tuviera, no le hubiese marcado, pues no quería parecer una intensa ni una necesitada (aunque lo era, y mucho). Un día después de clase, mientras me quitaba el uniforme, el teléfono sonó y fui así, con medias y sin falda, corriendo a contestar.-¡AMANDAAAAAAAAAAAA! -grité
-¡MÓNICAAAAAA! -me respondió riendo- ¿Cómo sabías que era yo?
-Simplemente lo sé -disimulé.
Recuerdo que aquella vez hablamos por un largo rato, mientras que de su lado del teléfono se escuchaban canciones de The Strokes y Arctic Monkeys. A mí me sorprendió que a ella también le gustaran, hablamos de ellos y de cómo las únicas y diferentes y su moda los habían arruinado. Luego le conté lo aburrido que era mi colegio y que en mi casa no tenía mucho por hacer.
-¿Salimos un rato? -pregunté.
-Pues sí, para eso mismo llamaba. Voy a ir a Mira con Miguel, si quieres puedes venir.
Y yo sí que quería.
Mira era como llamábamos a Miraflores (dah), pero no al barrio sino a la una unidad deportiva, que quedaba ahí mismo. Era un lugar que me gustaba mucho, había un campo de fútbol, dos canchas pequeñas, una escuela de música, juegos de niños y mucho mucho césped y árboles alrededor. Por la parte de abajo pasaba el tranvía, y detrás de este pasaba un arroyo, que nunca supe cómo se llamaba. Justo debajo de la unidad deportiva quedaba la estación Miraflores, esa era la estación más grande porque ahí se guardaban los tranvías y, al igual que la estación Oriente, parte de Miraflores también estaba en construcción. Se supone que de allí saldría pronto el metrocable* hacia los barrios del Pinal y el Trece de Noviembre, los barrios que quedaban al otro lado del arroyo. Era algo que me aterraba y de lo que estaba segura, después de que los cables fueran habilitados, iba a arruinar la estación y el tranvía por completo. Pero ese no es el caso, el caso es que una hora después de hablar con Mandy por teléfono, estaba yo con ella, sentada en una de las gradas del campo de fútbol.
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*Sistema de transporte tipo teleférico para movilización urbana.
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Resultó que Miguel era skater, él estaba allí patinando con unos amigos sobre el suelo de las gradas mientras nosotras mirábamos. El skate me llamó la atención, me gustaron los trucos que se hacían y el trato que había entre skaters, pero nunca en la vida me imaginé parada sobre una de esas cosas. Mandy le pidió la tabla a Miguel y empezó a montar, ella no era una experta pero al menos podía mantener el equilibrio y moverse, luego intentó enseñarme pero era inútil, yo era lo más amotriz del mundo y no servía para ningún deporte, yo traté de patinar pero solo sentía que me iba a caer y que iba a mandar la skate a la mierda. Al final me rendí. Mandy me dijo que si quería ir a caminar por ahí y yo acepté encantada.
Dimos una vuelta por allí, entonces encontramos sobre el césped, justo debajo de un árbol, una estatua que instantáneamente reconocí. Era una figura de una mujer acostada de lado con varios animales posados sobre su cuerpo, estaba completamente convencida de que la había visto antes, cuando era niña, en una visita del colegio al jardín botánico. Se llamaba La Madremonte, de alguna manera había terminado allí y no estaba exhibida sino abandonada, despintada, llena de grietas y tirada en el suelo. Enseguida sentí cómo mi pasado se me venía encima, recordé esos días, a mis padres, el daño que me habían hecho y todo lo que había sufrido. Yo estallé, no tuve otra reacción que darle una patada, empecé a darle golpes y a llenarla de insultos y maldiciones. Mandy me preguntó que qué me pasaba, yo estaba alteradísima, sintiéndome impotente, me senté sobre la estatua, encendí un cigarrillo y ella hizo lo mismo, entonces me puse a pensar y empecé a llorar. Era algo muy difícil de explicar, era muy duro contarlo, porque decirlo con palabras significaba asumirlo, aceptarlo, hablarlo lo convertía en algo real, algo de lo que no podría escapar.
-La verdad es que no me conoces -dije entre lágrimas y con el cigarrillo en la mano-, mi vida antes de venir aquí era una mierda, mis papás eran unos cristianos empedernidos que me pegaban y maltrataban, básicamente perdí muchas cosas en mi vida y tiempo que no puedo recuperar y creo que tengo un trauma por culpa de ellos. Esta estatua la vi cuando era niña y simplemente me acordé de ellos y de lo asquerosa que es mi existencia
-Ah, no tenía ni idea ¡Parecés alguien tan alegre! -dijo casi sin palabras-, pero ¿Qué pasó con tus papás? ¿Te escapaste de casa?
-Murieron aplastados por un camión.
Entonces tomó mi mano y me abrazó, y eso fue suficiente para que yo dejara de llorar. A pesar de mi pasado, allí estaba, en ese lugar hermoso, con esa niña hermosa, sentía que la amaba, sentía que ella había llegado para sacarme de mi agujero y de mis dolencias, que con ella todo sería feliz ¡Me empecé a sentir tan bien! La abracé más fuerte, quería estar con ella de por vida, y solo quería vivir por estar con ella.
-No importa -dije secandome las lagrimas.
Nos quedamos mirándonos a los ojos.
Entonces fui directo a su boca.
Ella giró la cabeza.
Nos quedamos en silencio.
Me paré, tiré mi cigarrillo y arranqué a correr, igual que en el día en que mis papás se murieron.
Yo también me quería morir.
-¡MÓNICAAAAAA! -gritó ella.
Pero yo seguí corriendo.
Aquí iba yo en picada a mi agujero, otra vez...
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Las desventajas de vivir
Teen FictionUna persona puede llegar a ser más adictiva que las mismas drogas ¿Qué pasará entonces si se combinan las dos? Y si, atrapada en una horrible soledad y en una vida de mierda, sólo ellas calman tu depresión ¿Qué tan bajo se puede caer? Esta es la tr...