ASHER (I)

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El lago Anuket se encontraba en la parte más alta de Jevrá, más allá del basto bosque que escondía y defendía las inmediaciones del Krav. Su extensión era tal que su agua venía directamente de los picos nevados de las Qerach, formando pequeños y serpenteantes riachuelos que acababan en una magnífica cascada. El agua rompía directamente contra el lago, aumentando su nivel en la época de invierno y disminuyéndolo ligeramente en verano.

Una de las características más importantes de Anuket era la inmensa presa que había sobrevivido a la catástrofe climática. Gracias a ella, Jevrá estaba a salvo de convertirse en la próxima Atlántida: una ciudad hundida bajo el agua. Pero contener la fuerza del agua no era su única función, pues el embalse de Anuket se construyó con el fin de crear energía eléctrica a través de las corrientes de agua. Y si no fuera por la central, Jevrá no dispondría de su única fuente de energía.

Asher Meyer se encontraba en lo alto de la torre de vigilancia de la presa. Más allá del dique podía ver como Jevrá ardía con un fulgor escarlata. De las entrañas de la ciudad se elevaba una espesa nube negra, que amenazaba con oscurecer el día y contaminar el aire de todo Kairos.

El sonido de las hélices aproximándose al lago le hizo levantar la mirada y taparse los ojos, mientras intentaba fijar la vista en las maniobras que llevaba a cabo el aparato.

Más de media hora atrás había recibido un aviso de urgencia del Krav para que les permitieran extraer agua del lago. Por suerte, él se encontraba en la presa cuando el mensaje llegó. Los trámites para permitir una acción de tal envergadura no sólo requerían su firma, si no también la de su madre, quién había decidido quedarse en la seguridad que le daba su residencia en la isla. Desde el secuestro de la hija del Gobernador los habitantes de Agora evitaban salir, algunos por miedo y otros por desinterés. Sin embargo, Asher se mostraba bastante tranquilo al respecto. Quiénes fueran los que se llevaron a Erin, ya tenían lo que necesitaban. Atacar de nuevo la ínsula con el Krav asegurando cada rincón sería insensato.

Pero no había sido su madre la que se había mostrado disconforme con el uso del agua, si no el Gobernador; quien había impedido salir a la aeronave del hangar del Krav. Asher no tenía ni la menor idea de porqué Athos Meraki había hecho una cosa semejante, pero poco le importó cuando vio cómo el avión cisterna despegaba con litros de agua en su depósito.

Desde casi la creación de Kairos, la central eléctrica había sido el único sustento del Estado. Los Meyer se habían erigido como sus propietarios gracias al conocimiento de ingeniería que un antepasado había tenido. Desde entonces, el funcionamiento, mantenimiento y uso de la central había pasado de padres a hijos. En el caso de Asher, su madre había sido la encargada de traspasarle toda la sabiduría necesaria. Aunque él sabía perfectamente que Kala Meyer todavía se escondía ases en la manga, que no compartía con su hijo.

Como su pequeño y secreto acuerdo con Tasia Naz.

Hacía muchos años que los Meyer distribuían electricidad a Anthrax ilegalmente. A cambio de ello, los clanes de la Bahía mantenían a sus vándalos lejos del lago y la central.

Asher, en más de una ocasión, se había cuestionado si el Gobernador no se había dado cuenta de algo semejante. Pero tenía la impresión de que Athos Meraki podía pecar de muchas cosas, pero no de tonto. A toda Agora le beneficiaba que los condenados se mantuvieran lejos de Anuket.

— Señor, han llamado del Palacio.

La voz de Lyda, su asistente, le sacó de su ensimismamiento. La mujer pelirroja le observaba con los ojos hinchados como si hubiese estado llorando. Un pañuelo en su mano confirmaba sus sospechas.

— ¿Ocurre algo, Lyda? — se acercó a la mujer con gesto amistoso — ¿Tu familia está bien?

La mujer bajó su rostro pecoso, intentando esconder el llanto que parecía querer hacerse de nuevo con su ser. Rápidamente se tapó la cara con las manos y sorbió por la nariz, incapaz de detener las lágrimas. Por mucho que intentaba hablar, únicamente era capaz de emitir sonidos incomprensibles.

La Bahía de los Condenados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora