AGORA (II)

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Sloan pasó sus largos dedos por la brillante madera del escritorio del Gobernador. Aquel que durante generaciones había pertenecido a los Meraki y que, ahora, era suyo. Levantó el mentón con orgullo, echando un vistazo hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a aparecer haciendo que las vidrieras que rodeaban al faro brillasen.

Quizás aquel amanecer no era tan bonito como los que había vivido en la Bahía durante buena parte de su vida, pero tenía un color distinto. Era especial. Porque mientras los rayos de sol se filtraban a través de la ventana, iluminando lentamente todo Kairos, Sloan saboreaba la victoria y el inicio del que sería su Gobierno.

Respiró hondo y sintió como el peso de la venganza, que comenzó con su padre, se disipaba de sus hombros. Porque lo había conseguido, había vuelto a abrir las puertas de Agora a su familia y les haría pagar a todos por su traición.

El suave sonido de la puerta le hizo volverse. Al otro lado del despacho de la Gobernadora, se encontraba otra mujer. Algo más joven que ella misma y con el pelo más oscuro, pero con unas facciones muy similares a las de Sloan.

—Hermana, ¿cómo te encuentras? —saludó con una sonrisa radiante—. ¿Has descansado esta noche?

Zana Meraki observaba a su hermana mayor con la mirada perdida. En su rostro podía verse los ojos rojos e hinchados de haberse pasado la noche en llanto. Había vendido a su familia hacía meses, cuando Sloan... no, Athena, su hermana, la que había sido expulsada de la isla junto con su padre, reapareció en su vida.

—¿Dónde están mis hijas? —preguntó Zana, eludiendo la pregunta insidiosa y carente de preocupación de su hermana—. Prometiste que no las harías daño.

—Oh, Zana, cielo. Y yo no les he hecho daño —respondió con una retorcida sonrisa Sloan o, más bien, Athena Saphir—. No, personalmente al menos. Pero no puedo hablar del resto.

—Te dejé que te llevaras a Erin, con la promesa de que me la devolvieras una vez te hubieses hecho con el Gobierno. ¿Dónde está? —exigió nuevamente.

—Hermana, tu sentimentalismo me agota —respondió aburrida—. No te preocupes, Eireann estará en casa muy pronto. Deja de preocuparte. No tengo planeado deshacerme de mi dulce e inocente sobrina.

Eireann Meraki no le suponía ningún problema. La chiquilla, asustadiza y maleable, haría exactamente lo que ella quería. Sobre todo si de sus decisiones y acciones dependía la vida de su madre y hermanas. Sin embargo, Galia era otra historia. Su sobrina le había dado demasiados problemas.

La puerta volvió a abrirse nuevamente y Theodore Volk, el Director de la Academia entró con la cabeza bien alta. Como quien acababa de ganar la guerra de las guerras y él fuera el héroe protagonista de todas las historias.

—Es el momento, Gobernadora Saphir —dijo con una sonrisa espléndida—. Todo está preparado para tu investidura.

—Maravilloso, Theodoro —respondió Athena—. ¿Y mi hija?

—¿Me requerías, madre? —La esbelta figura de una mujer de poco menos de treinta años y largo pelo rubio, entró en la estancia con paso grácil y seguro.

—Por supuesto, no puedo proclamar una heredera sin que estés presente. —Se volvió entonces hacia su hermana, Zana que proseguía estando allí como un fantasma—. Zana, ¿recuerdas a mi hija?

Zana cruzó la mirada con su sobrina y sus ojos se abrieron en expresión de sorpresa. La mujer rubia se acercó hasta ella y le dio un cálido abrazo, como si llevaran toda la vida siendo tía y sobrina y las uniera un fuerte vínculo familiar.

—Es un placer conocerte por fin, tía Zana —sonrió con todos los dientes—. No nos han presentado formalmente, soy Vera Saphir-Volk.

Los ojos de Zana se movieron hacia Theodore y después a su hermana que la observaba desde su posición detrás del escritorio.

—No, Theodore puede que sea un amante decente para ti, pero Vera es hija de Elias —sonrió inocentemente, como si no fuera una sorpresa que el padre de Vera fuera el mismísimo Coronel del Krav.

—Oh, por cierto, tía Zana —Vera le pasó un brazo sobre sus hombros y la apretó un poco contra ella—. Galia te manda saludos.

La Bahía de los Condenados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora