DREA (V)

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Recostada contra una de las paredes del vehículo, Drea guardó silencio durante todo el trayecto hasta el Vertedero. Se sentía ansiosa. Todas las miradas estaban puestas sobre ella como si fuera una delincuente.

Únicamente Mac parecía estar interesado en entablar conversación con Drea, pero ella no tenía muchas ganas de hablar más de lo que ya lo había hecho. Estaba traicionando a la Bahía y, sobre todo, a Holden pero debía hacerlo si quería salvarle la vida a Erin.

Ahora, sin embargo, lo que más le preocupaba era el paradero de Gal. No podía dejar de pensar en si su hermana seguiría con vida, pero todos parecían seguros de que era inmortal, como si la muerte tuviese miedo de ella.

Drea, por el contrario, sabía muy bien que nadie podía engañar a la muerte. Ni siquiera su hermana.

El todoterreno se detuvo y todos se miraron entre sí, como si el destino estuviera escrito. Drea mantuvo la mirada gacha y la levantó cuando sintió que Mac le pasaba un chaleco antibalas. Pesaba y olía extraño, pero de todas formas se lo puso.

—A partir de ahora, somos la avanzadilla —informó Mac—. Drea, tú nos guiarás hasta Erin.

—¿Y qué harán el resto de los soldados? —inquirió Asher.

—Son los refuerzos —respondió Mac—. Sólo entrarán si es necesario.

—Entonces, quieres decir que somos el cebo —repuso Drea sacudiendo la cabeza—. En cuanto entremos ahí, nadie dudará en matarnos.

Conocía demasiado bien aquel lugar para ser plenamente consciente de cómo actuaban. Holden había intentado mantenerla alejada de aquello, pero no lo había conseguido: demasiados pacientes moribundos por culpa de una bala del Krav, demasiados cortes curados y extremidades amputadas.

Diez años daban para mucho cuando se vivía enfrentado a toda la fuerza militar de Kairos.

—No os voy a mentir —dijo Drea—. Si vais a entrar ahí conmigo necesitáis saber algo.

—Drea, no lo hagas —masculló Asher, intentando detenerla.

—Lethe y Gal confían ellos —replicó Drea con un suspiro y Asher asintió, aparentemente conforme—. Es muy probable que no salgamos vivos de ahí y si lo hacemos —ojalá así sea—, no quiero entrar con personas que desconfían de mí. —Drea los miró uno a uno y comprobó cómo la duda se alojaba en sus ojos. No iba a conseguir su plena confianza, siendo honesta, pero quizás podía evitar recibir un tiro por la espalda—. Mi verdadero nombre es Andreja y soy la hija de Athos Meraki y Ruth Meyers.

Era la primera vez que reconocía en alto que su verdadera madre no era Zana, sino Ruth. Pese a lo extraño que a todos les pudiera parecer, para Drea se había convertido en una realidad de la que enorgullecerse.

—¿Pero no estabas muerta? —inquirió con sorpresa, la más joven del escuadrón: Nessa.

Drea supuso que esa era la pregunta que todos se estaban haciendo, pero al menos la peculiar forma infantil de Nessa distendió un poco el ambiente.

—Eso fue lo que dijeron. —Lo que dijo mi padre, pensó pero se lo guardó para sí misma—. Pero me escondí en Anthrax.

—¿Por qué? —La juventud y la curiosidad de Nessa parecían haberla convertido en la portavoz del grupo, que estaba inusitadamente callado.

El porqué de su marcha de la isla era algo que no le había dicho a nadie. Ni siquiera A Tasia. Mucho menos a Holden, a quién había mentido descaradamente y sin un ápice de vergüenza.

—Es complicado y no tenemos mucho tiempo —contestó con amabilidad—. El punto es que yo también quiero rescatar a mis hermanas y no estaría aquí si no fuera así.

La Bahía de los Condenados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora