Habían pasado varios días desde que había sentido el sedante sobre su cuello. Gal despertó en una habitación sin ventanas con la sensación de que le había pasado un camión por encima. Los estragos del barbitúrico que le habían suministrado aún persistían en su sistema, obligándola a mantenerse en un fatigoso estado de duerme vela que ni le dejaba descansar, ni le daba la posibilidad de estar lo suficientemente despierta como para intentar escapar.
En aquellos días lo único que había recibido fueron escasas raciones de comida y agua que, pese a su reticencia, no había podido negarse a tomar. Se encontraba cautiva en una sala sin ventilación, rodeada de viejos muebles eléctricos que no parecían funcionar, y el único aire limpio que se filtraba era por las finas rendijas de la puerta metálica que la mantenía encerrada.
Gal se estaba desanimada y sin fuerzas, pero aún así intentaba prestar atención a lo que ocurría al otro lado de la puerta. Había oído pasos cuando se acercaban a mantenerla lo suficientemente viva y, en un par de ocasiones más, pero no había estado en posición de pedir ayuda o intentar escapar.
De cualquier forma, allí no habría nadie que quisiera socorrerla. O esa era la lectura que Gal hacía cuando la apuntaban con un par de armas para que no se le ocurriera intentar llegar hasta su única vía de escape.
Había sido muy ingenua creyendo que podía haber salvado a su hermana ella sola. Ahora se daba cuenta de que había obrado mal, pero de nada le servía lamentarse. Sólo esperaba que Asher, Erin y Vera estuvieran bien. Mas no podía evitar pensar que ninguno de los tres se encontraba en su mejor momento. Y todo por su culpa.
Sentada contra la pared miraba a un punto inconcreto del techo que estaba formado por un sin fin de tuberías. Desconocía si las láminas habían caído o siempre había estado así, pero ahora que lo miraba más detenidamente se fijó en la rendija de ventilación. Su nueva inspección se vio interrumpida por lo que le pareció que era el sonido de un disparo resonando a lo largo del pasillo en el que ella se encontraba. Se arrastró hasta la puerta e intentó ver algo a través de las rendijas, pero la luz soltó un quejido y después parpadeó.
De un momento a otro, quedó sepultada en la más absoluta oscuridad y poco a poco el sistema de ventilación dejó de zumbar hasta que lo único que Gal era capaz de percibir fue su pesada respiración. Oyó voces al otro lado de la puerta, los pasos acercándose hasta su posición y el sonido metálico de las armas golpeando contra la chapa metálica.
No tenía ni idea de lo que estaba pasando en el exterior de su improvisada celda, pero fuera lo que fuese no estaba segura de querer descubrirlo. Instintivamente se alejó de la puerta y se escondió tras uno de los armarios, guardando silencio mientras percibía el susurro de dos personas intercambiando comentarios que no llegó a distinguir. Segundos más tarde la entrada se abría con el reconocido chirrido de sus bisagras y Gal se tensó.
La adrenalina comenzó a bullir con fuerza por su sistema, cargando su cuerpo como si de una batería se tratara, y cuando vio al primer sujeto por el rabillo del ojo se lanzó contra él. Aferró una mano contra el arma para apartarla de su posición y con la otra, empujó la cabeza del individuo hasta hacerlo chocar violentamente contra la pared contraria. El ruido debió de alertar al segundo visitante que no tardó en aparecer y disparar en mitad de la oscuridad.
La bala se perdió en uno de los muebles metalizados y se oyó el tenue chisporroteo de la maquinaria, que antes se había usado para guardar datos informáticos. Gal tomó el arma del desconocido al que había atacado, lo golpeó con el codo en la cara y después disparó al otro en la pierna. Se levantó como un resorte, fue hasta el hombre que acababa de pegar un tiro y le puso el cañón del arma sobre la cabeza para que no se moviera.
—¿Quién eres y dónde estamos? —espetó con rudeza.
Llevaba demasiados días encerrada como para pensar en lo que el Krav le había enseñado. Las formas dejaban de existir cuando te recluían en una sala y amenazaban tu vida día sí y día también.
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La Bahía de los Condenados ©
Ficção CientíficaCuando las imágenes del secuestro de Eireann Meraki se hacen virales, todo Kairos se suma en un estado de tensión. Mientras que las fuerzas del Krav intentan encontrar a la joven heredera y apaciguar los disturbios que azotan las calles de Jevrá, la...