Después de un rato más de clase el timbre sonó, tome mis cosas atrabancadamente rápido para salir, casi corrí, pero fue inútil. Mario me alcanzó en el pasillo y tomo de mi mano girándome. El choque de su mano fría en la mía me estremeció. Lo mire y gruñí soltándome de su agarre. Dentro de mi estaba explotando pero me esforcé por lucir tranquila.
-Quiero hablar contigo ___.-desvíe mi mirada.-por favor.-tomo mi brazo una vez más obligándome a mirarlo.-Quiero arreglar esto.
Lo mire a los ojos tratando de entender si lo que acababa de decir era enserio o solo había sido mi imaginación. ¿Así de fácil? Ja!.
-¿Crees qué es tan sencillo?
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Aparté mi mirada de el y caminé solo unos pasos más para llegar a la cafetería, empuje la puerta y la solte sin esperar a Mario, escuché como gruño detrás de mi cuanto esta lo golpeo. La cafetería estaba llena, todos estaban con sus respectivos amigos, las miradas bagaron unos segundos en mi y deseé que la tierra me tragara.
Tome asiento en una de las bancas más lejanas y Mario se sentó frente a mi como si nada. ¿Es qué no se cansa?
-Vamos ___, solo escúchame.
Suspire profundo y lo miré, su ceño estaba fruncido, parecía estresado.
-No quiero hablar contigo Mario, solo vete por favor.- a penas logre decirlo. Estaba estúpidamente nerviosa y abrumada.
-No voy a irme.
-Quiero qué lo hagas, quédate lejos como todo este tiempo, está mejor así.-mentí, nada había estado mejor sin él.
Sus ojos obscuros me miraron fijamente, casi sentí que vieron mi alma. Fue una mirada tan extraña. Se quedó callado unos segundos y miró hacia abajo, parecía avergonzado. Yo solo había dicho la verdad.
