Me detuve frente al espejo una última vez para echarme un vistazo, el día de hoy me había arreglado un poco más de lo normal para ir a la universidad. Y es que ahora tenía un motivo, mi maravilloso novio. El merece a la mejor persona a su lado y aún así me eligió a mi, así que tengo que hacer un esfuerzo por ser mejor para el.
Está tarde iría a la empresa de mi papá, ellos aún no regresaban y mi Nana me había llamado para ir a ayudarle un rato con unos papeleos. También aproveche para decirle al doctor Swan que fuera a darme los resultados ahí. Estaba nerviosa, como nunca antes; puesto que este resultado podría darle un giro de 360 grados a mi mundo.
Él sonido de un claxon llamo mi atención, me asomé rápidamente por la ventana de mi habitación y ahí lo vi.
Estaba recargado en su auto, con sus gafas obscuras mascando chicle. Tenía su celular entre sus dedos haciendo lucir sus grandes anillos y su pulsera que jamás se quitaba. Tenía puesta una chamarra negra que lo cubría de el frío y su cabello se despeinaba un poco en cada ráfaga de viento.
Sonreí y tome mis cosas para bajar, me coloqué mi chaqueta negra y le di un último arreglo a mi cabello para luego salir. Al abrir la puerta sus ojos se posaron en mi y sonrío. Dios, era tan afortunada por tenerlo conmigo, no dejaba de preguntarme qué había visto alguien tan maravilloso como el en alguien como yo.
-Buenos días hermosa novia.-reí al escucharlo.
-Buenos días guapo novio.-respondí imitando su postura y asentó.
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Estiró sus brazos para que lo abrazara y así lo hice. Rodee con mis brazos su cintura y lo apreté fuerte. Suspiré profundo inhalando su delicioso perfume varonil.
Me separé un poco de el y tome su rostro con mis manos para besarlo cortamente.
-Que perfecta manera de iniciar el día ¿no crees?.-habló tan pronto separe mis labios de los suyos.
-No me molestaría iniciarlo así siempre.-respondí haciéndolo sonreír.-Vámonos ya, se hace tarde.
Asintió y abrió mi puerta para luego subir el. El camino a la universidad fue corto y agradable, Mario tomo mi mano todo el camino y con la otra condujo. Era tan atractivo que a veces no parecía real.
Al bajar de el auto nuevamente tomo mi mano entrelazándola con la suya, los nervios se hicieron presentes en mi cuando las miradas llegaron a nosotros. A Mario parecía no importarle, el solo sonreía orgulloso y saludaba a unos cuantos con la cabeza.
