Cap.28 Π♦No debí salir♦Π

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Mis nudillos están echo mierda ya he golpeado 5 sacos y m ira aún sigue igual.

Di una patada en el saco; el cual de inmediato comenzó a salir arena de un orificio.

Las chicas se fueron hace una hora.

-¿Qué hace una florecilla como tu entre tanta maleza? —Dijo un tipo a mis espaldas.

Me giré sobre mis talones.

-Te aseguro que esta florecilla, puede ser tu peor pesadilla —Bufé, pasé por su lado chocando con su hombro.

-¿Peleas? —Me preguntó.

-Si —Respondí cortante.

-Cuando quieras. Eres bienvenida —Dijo cortes.

-¿Eres el entrenador? —Me detuve en la puerta.

-Uno de ellos.

-Ah, hasta luego —Salí de allí.

Subí en mi auto, con destino a la casa.

Llegué a casa. Sergei no estaba, fui a la cocina por algo de comer y había una pasta muy rica. Me la comí mientras veía la televisión, The Vampire Diaries.

Camine a la cocina dejando el plato allí, subí las escaleras, entre en mi habitación, me quité el uniforme.

Me metí a la ducha. Seré el grifo y envolví la toalla en cuerpo y lo sequé, me puse la ropa interior y me tire en la cama.

De vez en cuando dormía en ropa interior, no lo hacía siempre por los locos con que vivía, cuando les daba por fastidiar hacían lo posible por entrar en mi habitación entonces por eso no dormía así.

-¡Maldita niña! —Dijo la mujer que tuve por madre— Ahora mismo de iras a tu habitación.

Me tomó fuere del brazo, mis quejidos eran los más notables en casa.

Una vez en la habitación me tiro al piso. Después me levantó halando mi pelo y el brazo dejando su uñas marcadas.

-No saldrás de aquí hasta que a mi se pegué la gana ¡Mocosa! —Dio un portazo desapareciendo de mi vista.

Escuché la sonido del pestillo en la puerta. Ella me había encerrado, como era de esperarse.

Las lágrimas no tardaron en aparecer en mi rostro. Esas lágrimas de impotencia, por poder hacer nada, era de la única forma que encontraba como expresarme, de lo contrario sería peor.

Me dormí entre sollozos.

-Esa escoria sólo ha sabido traerme problemas. Pero ya vera —Escuché decir al hombre que decía ser mi padre.

Y entonces el terror había vuelto. Llevaba mucho tiempo sin recibir alguna golpiza de su parte, sus golpes duelen como loa mil demonios.

-Eres una mierda, una perra más. Sabes que me encantaría matarte, aunque prefiero que sufras —Me dio una cachetada.

Había comenzado a donarme golpes, ya el sabor metálico de la sangre estaba en mi boca. Mis lágrimas estaban enjauladas por el orgullo y la dignidad. Para ser una niña de sólo 13 años, la vida me había enseñado que hay que ser fuerte y yo no le daría el gusto de verme débil, eso le alentaría.

Por que si hay algo que sucede a nuestro alrededor y soy una víctima de aquello es que:

«Las personas que más sonríen... Son aquellas que más sufren»

Illegali di Diamanti #RedQueenAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora