Cap.69 Π♦Nervios♦Π

1.1K 98 13
                                    

Maratón-7/?

-Alex White. ¿Cómo que no le has dicho? -Me reprendió por lo bajo Jannette, últimamente se que nuestra mamá.

A más decir, no sé si soy yo que odio el mundo, ó el mundo me odia a mi.

-Si Alex, creí que has sido muy inmadura. Debiste de haberle contado mal —Continuó Alexa.

Ahora sólo falta que Alessia también este en mi contra.

Le doy gracias a Dios que estamos en la última línea de sillas del salón de clases.

-Alex, sabes que siempre estoy de tu lado. Pero lamentablemente ellas ahora tienen razón —Hizo un acto de amabilidad, elevando la comisura de sus labios.

-Alex White, hija mía. Le dirás a comí de lugar ¿Si? Tienes que hacerlo, ¡no sería la gran cosa Alex! —Chilla bajo, para que la maestra no escuche.

-Smith, Alessandri, White —La maestra miró de reojo por encima de los lentes— ¿Quisieran compartir la conversación con todos? Adelante tienen permiso —Entrelazó sus manos  esperando respuestas.

Le entiendo correctamente, hablando todos en clase en español. Ese era uno de los requisitos para estudiar en este instituto.

Mis manos comienzan a sudar un poco y siento que mi  mundo da vueltas. Necesito estar sola, me siento presionada.

Me paré de la silla, con brusquedad— ¡Mierda, al Diablos todo el mundo! ¿No pueden dejarme tranquila? ¡De-jen-me en paz! No quiero verlas. A Nadie. No estoy para que los demás quieran mandar en mi vida, sin saber que hacer en las suyas. ¡Quiero estar sola! —Ya podía con más carga.

Comencé a caminar, y abrí la puerta de un tirón.

-¡Alex! —Las escuché a las tres llamarme.

-¡Señorita White. Vuelva aquí! —Grita la maestra con "autoridad"

-¡Jodanse! —Vuelvo a gritar enfurecida y a la vez nerviosa, mostrando mi dedo corazón.

Sacó de mi bolso las llaves del Mercedes Benz, subí en esté y salí del instituto, a una velocidad para nada moderada.

En un abrir y llegar de ojos estaba frente a la casa donde vivía con Sergei, habían hombres ahora cuidando de esta fuera y otros en el jardín, todos apuntaban al auto.

-Dejenme pasar —Dije tajante.

-No señorita. ¿Quién es usted? —Pregunta educado y tratando de ser amable, pero el problema es que no estoy en mi mejor momento.

-Te callas. ¿Quién coño te crees, para impedirme pasar? No me conoces, no sabes de que soy capaz. ¡Ahora abran esa maldita reja, sino quieren que les corte los huevos y se los dé de comer —Les amenazo. Ya habían agotado mi paciencia.

Engulló fuerte, antes de hacer señas de que bajaran la guardia y abrieran el portón. En entré con el auto, bajé con las llaves que tengo de esta casa. Los hombres me observan atentos y confundidos sin entender que sucede, al estar dentro voy hasta mi antigua habitación, aún tenía ropa allí, me doy una ducha rápida. Opto por unos shorts, un top de tirantes, una escarpada de algodón de lino y unas botas igual, todo en negro. Aplico labial rojo oscuro en mis labios y listo.

tomó unos pantalones por el sótano, bajó las escaleras enciendo las luces, vi la silueta de mi objetivo. Tiro de las sabanas blancas que le tapaban; está intacta como mismo llegó, pasé las manos por el asiento y di unas palmaditas. Busqué las llaves en unos cajones de una estantería, abrí las puertas de la rampa que sube hasta el jardín trasero. Subo en ella, encendiéndola y asiendo rugir el motor, para salir sin medias algunas por el portón, que aún seguía abierto. Extrañaba sentir el aire golpear mi mostró mientras manejaba mi motocicleta, una Ducati Panigale, blanca, como amo sentir la adrenalina recorrer mi cuerpo. Aceleré sin importarme la velocidad, ahora sólo quería olvidarme del mundo.

Illegali di Diamanti #RedQueenAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora