Tormenta

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- Te escucho - No tenía un buen presentimiento, pero aun así no titubee al verlo a los ojos. A pesar de que me inundaba la vergüenza de que me vea con sus ropas y más con sus calzoncillos puestos. Una enorme sonrisa enmarcó su rostro haciéndolo ver angelical, sentí mis mejillas arder - Dime ... - dije con dificultad. 

Su expresión cambio completamente - Pucca ... Necesito que te quedes en este cuarto - Su voz era sombría - A pesar de lo que puedas escuchar, no debes abandonar esta habitación...

- Ya no soy una niña puedo cuidarme sola ... - le interrumpí - Además a que viene esto, hasta hace unos momentos podía salir libremente.

- No te estoy preguntando si puedes o no defenderte - lo había irritado - Te he pedido que te quedes en aquí hasta que regrese. ¡Acaso no lo entiendes! - pronuncio casi gritando y su mirada se endureció.

- No eres nadie para mandarme - respondí.

- ¡Trato de protegerte! - grito - Que nadie te vuelva a dañar.

- Yo no te lo he pedido - mis palabras eran veneno para él, pero no podía pararlas.

De repente soltó una carcajada de modo irónico - Tienes razón - la tristeza se podía ver en sus ojos - Pero lo hago porque te amo, cuantas veces tengo que repetirlo - también pude visualizar su frustración -Te he pedido que confíes en mí, incontables veces. Porque no lo puedes hacer - Apretó sus puños. Quería decir algo, pero las palabras no salían de mis labios, vi como empezaba a caminar hacia la salida.

- Lo siento - logré articular, el volteo.

- He sido muy paciente contigo... - dijo a cercándose a mí y tomándome de la cintura - Tienes que empezar a confiar en mí ... Por favor - sentí un nudo en mi garganta, pues vi como con sus ojos me suplicaba. No me atreví a decir nada más, ya no quería herirlo nueva mente, por lo que asentí con la cabeza - Payaso estará afuera por si necesitas algo - dijo mientras depositaba un casto beso en mis labios y volvía a sonreírme.

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El frío suelo era su único abrigo, las rocas sus únicas compañeras. Aun en su forma humana, ella poseía algo de sus poderes, pero no eran lo suficientemente fuertes para huir de su prisión. Se arrepentía de sus errores y más el no poder estar al lado de su hija.

- Lo lamento tanto - susurro mientras caían lágrimas de sus bellos ojos aunque estas nunca tocaban el piso, pues se transformaban en una cálida briza. Delante de las rejas que la mantenían cautiva la pared de piedras empezaban a abrirse dejando ver a la otra prisionera. Ella estaba sentada con sus manos cruzadas y pronunciadas ojeras en su rostro

- Otra vez sollozando Feng - dijo la aun diosa de la creación - No sirve de nada ...

- Perdóname ... - gimoteo.

- Me lo has pedido cada día desde que estamos aquí - aunque ella no estaba encadenada poseía grilletes que drenaban su energía y la debilitaban - No es tu culpa ... - suspiro.

- Me hubiera gustado conocerte en otros términos - mencioné.

- A mí me hubiera encantado.

- Nuwa - la llamo - Espero que vuelvas a ver a tu hija.

- Tú también - Esta empezó a caminar a lo profundo de su celda.

- Espero que sea pronto - Y nuevamente la pared se cerró, pues era otra de las condenas impuestas por Shang ti. Ver a la causante de tanto dolor.

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La luna se alzaba en lo alto, iluminando el paisaje con su tenue luz. Estaba en frente de las enormes puertas de la guarida de mi archirrival. Aunque sabía que Pucca no estaba aquí, pues esta era una de tantas que tenía ese imbécil. Por lo que había podido averiguar, era una base de entrenamiento donde los más jóvenes seguidores de Tobe se formaban en las artes ninjas. Empezaba a cansarme, podía divertirme con los subordinados que me observaban y apuntaban con sus armas desde lo alto de esos muros.

- Dime a lo que has venido y lárgate - había aparecido de entre unos matorrales.

- Que cálido recibimiento - me burle - ¿Acaso no somos mejores amigos?

- A eso has venido - dijo mientras agarraba su katana.

- ¿Por qué peleamos? No lo recuerdo - dije a la nada - Éramos como hermanos, hasta soñábamos en convertirnos en los mejores guerreros. Y que nuestros hijos algún día se casaran ...

- Has recorrido tanto solo para escarbar en el pasado - Su voz era más grave, amenazante se podría decir. Claramente no me quería aquí.

- Ah claro - pronuncié como si se me hubiera iluminado la cabeza - Pucca ... ella fue la razón de nuestro odio. Sabes podríamos volver a esos días...

- A que te refieres ...

- Es sencillo, devolverle la paz a la aldea. Cumplir nuestras metas, restaurar nuestro lazo ...

- ¿Y eso como se supone que lo harías? - dijo incrédulo.

- No es nada complicado, solo que aquella a quien proteges tras esas puertas tiene que morir - su mirada se ensombreció - Por supuesto, tendré compasión de ella, por lo que su muerte será rápido y sin dolor.

- Qué te hace pensar que aceptaré lo que me propones.

- ¿Por qué no lo harías?

- Es todo lo que tienes que decir - empezó a caminar hacia la entrada - Por favor, vete Garu.

- Tomaré eso como un no. Te diré una cosa más ... - se detuvo - Hagas lo que hagas, te juro que la asesinaré. Aunque me pase la vida en ello ...

Luz (Tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora