Miedo

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En algún lugar, en lo profundo de las montañas, se encontraba una mujer llorando desconsoladamente. Se lamentaba profundamente de los errores cometidos en su pasado, pero más aún el no haber podido ver a su dulce hija crecer. Sus sollozos inundaban su celda, golpeaba los barrotes tratando de escapar. Aun sabiendo que era imposible. Una figura masculina se aproximaba a ella con sumo cuidado.

- Mi señora - dijo en un susurro, lamentando en lo más profundo de su corazón ver a su ama así - Tengo noticias de vuestra niña.

La mujer dirigió su mirada a aquel hombre - Te escucho, mi fiel sirviente - pronuncio.

- Se enfrentó a su medio hermana - se quedó en silencio al escuchar un sonido de angustia proveniente de la, ahora presa, diosa - No llego a mayores ... Esta a salvo ... 

Suspiro de alivio - Dame tu mano - él obedeció sin protestar. La mujer emanó una especie de luz dorada que lo inundo. Habían hecho esto tantas veces, pero aún no podía acostumbrarse al hecho que ella rebuscara entre sus recuerdos. 

- Hiciste lo que te pedí - dijo tranquilamente - Sé que esto debe ser duro para ti ... Puedes retirarte - Finalizo, se alejó de los barrotes y se internó en lo profundo de su celda donde ya no la pudo ver.

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Me había alojado en una cueva en lo profundo del bosque para que no noten mi presencia. Aunque era fácil hacerme pasar por mi hermano, gracias a nuestro gran parecido. Aun así no era buena idea andar por la aldea como si nada. 

- ¿Dónde estás? - se escuchó un grito desde lo profundo del bosque - ¡Gura! - salí de donde me encontraba para enfrentar a la persona que me buscaba. Cuando llegue a una de las ramas de los árboles más grandes alguien me golpeo desde atrás - Eres un bastardo - Mi hermano se encontraba encima de mí con su puño en alto. Sabía exactamente por qué estaba aquí, eso simplemente me hacía reír.

- Me la follé de todas las maneras posibles - empezó a golpearme en el rostro con toda la fuerza que tenía. No lo detuve, quería que se cansará para poder contraatacar. Cuando por fin se quedó sin aliento, en un rápido movimiento estuve encima de él - Te dije que ya no era igual al de antes - Limpie la sangre que salía de uno de mis labios rotos - Solo utilice a tu noviecita para vengarme - saboree la sangre en mi boca - Tenía un sabor exquisito - reí.

- ¡Bastardo! - trato de levantarse.

- En vez de estar en contra de mí deberías ayudarme - tenía mi mirada clavada en sus ojos. Eran iguales a los de nuestra madre - Acaso no quieres verla sufrir como nosotros lo hicimos al perderlos - No respondió - No te quieres vengar de lo que te tuvo que obligar hacer.

- No entenderías - respondió. Me levanté y empecé a caminar en dirección a mi improvisado hogar.

- Si cambias de opinión sabes donde encontrarme ...

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Me había dejado sola, se había ido de mi lado. Sentía como me derrumbaba poco a poco. Me levanté y me dirigí a la puerta por donde había salido minutos antes. Un amplio pasillo se extendía ante mí. Empecé a deambular por él, necesitaba despejar mi mente. A pesar de que había caminado por horas no me había topado con ninguno de los ninjas de Tobe, en mi interior agradecía eso, no quería hablar con nadie.

- Admite que la amas - escuche a alguien decir detrás de una de las tantas puertas que había - Admite que amas a Pucca - al escuchar mi nombre me entro la curiosidad y me acerque al lugar de donde provenían esa voz.

Escuche a alguien gruñir, la entrada estaba medio abierta así que podía ver a quienes estaban adentro. Un hombre vestido de payaso estaba apoyándose en una mesa y enfrente de él, Shaman sentado en un sofá. Pude distinguir dos siluetas, pero no pude reconocerlas.

- No tenemos tiempo para esto - dijo el chico con el rostro pintado de blanco - Las pruebas son más que obvias. Solo tienes que admitirlo.

- No podemos permitir un traidor entre nuestras tropas - la vos tan calmada de Shaman me había erizado la piel - Menos sabiendo que tratan de matarla.

- Son demasiados problemas - se quejó el chico pintado.

- ¡Shaman! ¡Payaso! Ya basta - la voz de Tobe era inconfundible para mí, pero no era como la recordaba. Era mucho más gruesa y autoritaria, me daba miedo - ¡Confiesa, lacayo! Amas en secreto a la mujer de tu amo - dijo.

¿Como que mujer? De que estaban hablando - Perdóneme mi señor - aquel hombre tenía la voz temblorosa - Pero uno no decide a quien amar. A pesar del poco tiempo que conozco a Pucca, ella pudo cautivar mi corazón. Deseo desde lo más profundo de mi corazón poder estar con ella y hacer la mía.

- Ten cuidado con lo que dices - aconsejo aquel hombre que respondía ante el nombre de Payaso - No querrás que te cortemos la lengua, por tus lujuriosos deseos.

- Aceptaría eso y mucho más, solo por tenerla junto a mí.

- ¡Silencio! - escuché como Tobe caminaba hacia aquel hombre - No tienes nada que darle.

- Usted menos - respondió. Lo golpeó haciendo que caiga a donde podía verlo. Era aquel ninja que me había acompañado a casa la primera vez que estuve aquí.

- No entiendes ... Ella está en peligro ... Demasiadas personas intentan asesinarla ... Tú no podrías ni con uno de ellos ... A pesar del entrenamiento que les he otorgado a ti y tus compañeros no podrían ... Ni yo mismo podría ... Por eso entreno cada día ...

- Me la llevaré lejos ... - escupió sangre.

- Te encontrarían ...

- Pero yo la amo ...

- No la amas ... Simplemente te has ilusionado con ella ... Amar no significar solo estar con ella y quererla ... Es mucho más profundo que eso ... - todos se quedaron cayados - Yo si la amo ... Porque a pesar de que ella no recuerde los momentos que hemos vivido juntos y que haya estado enamorada de otro ... Mi corazón nunca pudo olvidarla ... Porque quiero protegerla ... Porque quiero verla feliz ... - Lo miro de una manera seria - Yo de verdad amo a Pucca ...

Sentí como mi corazón se comprimía, él me amaba a pesar de todo. Aun sabiendo el dolor que había causado. Él me amaba...


Luz (Tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora