La luna estaba inusualmente más brillante, como si estuviera esperando el comienzo de una lucha que en cualquier momento estallaría. Acostada entre sabanas de seda se encontraba una joven de cabellos azules incapaz de conciliar el sueño. La puerta detrás de ella se abrió lentamente y un hombre de cabellos negros se asomó.
— Después de que se acabe - pronuncio con una confianza genuina, como si nada pudiera interferir en sus planes - Nos iremos de esta aldea, te lo prometo.
Ella no respondió, incluso cuando sintió que una parte del colchón se hundía y él acaricia su espalda.
— No quiero que te involucres en esto - suspiro - Quiero que estés a salvo - Lo que ella no sabía era que todo lo acontecido había sido para que pudiera vivir una vida normal. Una donde no las personas que la rodearan no tengan que fingir y puedan estar con ella. — No salgas de esta habitación.
Se levantó y salió sin decir nada más. Unas cuantas lágrimas empezaron a escapar de los hermosos ojos de aquella mujer. A lo largo de los años ella había sido fuerte, con una actitud que le permitía mirar por debajo a los demás, una chica engreída que solo se fijaba en las apariencias. Que despreciaba a su hermana y odia su vida. Sin embargo, en lo profundo de su corazón se culpaba, mejor dicho culpaba su existencia y en aquel momento estaba dejando relucir su verdadero ser. Cataratas de lágrimas salían de sus orbes azules - Yo tampoco desee esto - mencionó entre sollozos - Solo quería una vida lejos de las mentiras - Perdóname, hermana - susurro.
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En medio de la gran recepción se encontraba una mujer amarrada en una silla con la mirada perdida en alguna parte del suelo. El vestido que llevaba se encontraba ceñido a su cuerpo dejando ver sus curvas. Un hombre estaba sentado en uno de los sofás que adornaban en cuarto hasta que escucho como unos pasos se acercaban a él.
— Espero que estés listo - expresó sin voltear.
— Acabemos con esto lo más pronto posible - se acercó a la mujer de cabezos negros y se inclinó delante de ella - No te lo tomes personal, pero nunca debiste nacer - pronuncio con rencor.
— ¿Por qué? ¡Porque mi cuerpo no me responde! - en sus ojos se observaba la impotencia que tenía de no poder siquiera forcejear o tratar de liberarse. Pues su cuerpo estaba inmóvil, reacio a obedecer las órdenes que mandaba su cerebro.
— Es simple - respondió el hombre del sofá - Debido a tu encantamiento, tu cuerpo necesita estar cerca de Garu como si se alimentara de los malos sentimientos que él tiene por ti. Es por eso, que lo persigues, puesto que él te odiaría más que nadie y el hechizo se haría más fuerte. — En los ojos de la chica aún se veía confusión - Has estado demasiado tiempo lejos de él, por supuesto que eso no lo rompería. Sin embargo, haría que tu cuerpo se debilitaría lo suficiente como para que lo busque a toda costa. Lo cual es de gran ayuda para nosotros, pues tú necesitad fue tan grande que abandonaste la seguridad que Tobe había construido para ti.
— Basta de charla, debemos matarla antes de que ese imbécil venga - dijo el de coletas.
— Tienes los honores, hermano - de entre sus ropas saco un cuchillo decorado con diversas incrustaciones de adamantinas y se lo lanzó.
Cualquiera esperaría que ella sintiera terror previamente a morir, pero ese no era el caso. En su mirada se podía apreciar gran calma como si ya hubiera aceptado su destino, pues el tiempo que paso junto a la persona que amaba no lo cambiaría por nada. Ya que justo en ese momento, sus recuerdos junto a el de su vida actual y de las anteriores habían vuelto a ella, de tal manera que no se arrepentía de nada y solo esperaba poder volverlo a verlo aunque sea en la otra vida.
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Aquel hombre que había puesto alma y corazón para proteger lo que más amaba, se encontraba desesperado. Rogando para que llegara a tiempo y poder volverla a ver. Se encontraba reacio a creer que ella se había ido de su lado, por eso había movilizado a todo su ejército para ir en su rescata. A pesar de que en el informe que había llegado dijera que su amada ingreso voluntariamente a la guarida de su más grande enemigo.
— ¡Rodéenlos, no quiero que tengan ninguna salida! - ordeno.
— Tobe considero que deberías desistir - declaró Payaso - Ella ha tomado su decisión.
— Aun así tengo que ir por ella - A pesar de que se sentía dolido por lo que mencionó su más grande amigo pudo disimular sus sentimientos.
— Lo que usted desee, mi señor - finalizó.
Todas las decisiones que había tomado lo habían traído hacia este momento, todo su esfuerzo se contemplaba reflejado en esto. No había nada que le impidiera realizar su objetivo y ese era poder vivir con ella. Camino con paso firme hasta llegar a la gran entrada de aquel lugar. — Te salvaré, cuesto lo que me cueste.
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La esperanza es lo último que se pierde y eso bien lo sabía Ho. Puesto a que en todos estos años había esperado el momento en que la niña de sus ojos pudiera ser libre. Él no pensaba que aquel angelito que había visto crecer era un monstruo. A pesar de lo que suponían sus hermanos, él en secreto había tratado de que ella pudiera ser feliz. Ella no tenía la culpa de lo que los seres supremos habían ocasionado, ella era un ser puro. Por ello, durante estos años había preparado mal la poción. Ocasionando deliberadamente que recupera sus recuerdos, en la primera ocasión que eso pasó, se había sentido tan feliz. Que casi fue incapaz de ocultar sus sentimientos. Pero no duro mucho tiempo, ella fue atrapada de nuevo. En todo este tiempo, esperaba que Tobe pudiera lograrlo, sin embargo, en esta ocasión él no se quedaría con los brazos cruzados. Él trataría de salvar el legado de su hermano. Por ello se había sumergido en lo profundo del bosque.
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Luz (Tobecca)
أدب الهواةLos pájaros cantaban, el sol estaba en lo mas alto del cielo. La aldea de Sooga había cambiado a lo largo de los últimos 10 años. Sus calles y sus casa habían sufrido la eminente llegada de la modernización. Aúnque algunos de sus ciudadanos aún se a...