ÉL

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Él es Nathaniel, el hijo de Lola. 

La primera vez que lo vi en el cuarto de cuna, se me volcó el corazón. Toqué el vidrio con mi mano suavemente como si fuera su delgada piel, y observé con detenimiento como su pecho se alzaba al compás de los segundos que sonaban en el reloj de la sala de espera, antes parecían ir muy lentos y ahora parecían eternos para mí. Doblé un poco mi cabeza para grabarme su aspecto, sus mejillas eran rosadas y su piel era tan blanca como la de su madre, su pelo relucía de un rubio cobre y sus manos habían tomado forma de puños. Como si se aferrara a algo inexistente.

En el cuarto número 589 estaba mi hermana menor Lola, tendida en una cama de hospital recién aliviada, pálida y sin fuerzas, sin un esposo a su lado, y con una gran responsabilidad esperándola cuando despertara.

Pegué mi frente al vidrio, y suspiré. Mi padre tomó mi hombro y me apretó con fuerza, volteé a verlo, y más que enojado, estaba llorando con una mueca en sus labios agrietados que simulaban una sonrisa.

Su primer nieto.

No secó una lágrima que corría por su mejilla y admiré el trayecto hasta que llegó al arrugado y débil cuello de nuestro padre, no me había dado cuenta con detenimiento como se veía, sus canas, sus manchas de la piel, sus ojos rasgados y su barba totalmente blanca. Ambos nos alegrábamos de tener la oportunidad de ver crecer un nuevo Sommer.

Cuando Lola despertó, llevaron a Nath para que se conocieran, ella no podía levantar sus manos, así que lo dejaron en su pecho y ella lo tomó con lentitud, lo llevó a su rostro y le susurró un débil y amoroso "Bienvenido".

Cuando fue el turno de mi padre para cargarlo, sus arrugados dedos tocaron la suave piel de su nieto, no podía dejar de llorar y las lágrimas caían en la envoltura de ropa del bebé, se paró y me lo entregó. No aparté mi mirada de mi sobrino y mientras mis manos temblaban tomé al bebé con cuidado, pero firmemente.

Temía decirle algo, el cuarto estaba muy callado, mi voz era grave y ronca temía despertarlo, Lola volteó a verme, sentí su mirada como si me estuviera diciendo algo muy secreto, bajé mi mirada y vi lo parecidos que eran de bebés.

Lo recuerdo a la perfección, Lola en mis brazos, mi madre en la cama despierta y con una sonrisa tomando la mano de mi padre, mis abuelos discutiendo sobre a quién se parecía y yo...

Pensando.

Pensando en cómo sería una guerra de almohadas con ella, leerle un cuento no supiera leer, sus primeros pasos, mi nombre sonando desde su voz, correr tras una pelota, que conociera a Marv, que jugáramos juntos en el cuarto, que saliéramos a cortar el pino de Navidad a la arboleda con nuestros padres, ir a la escuela juntos, pintar en las paredes, hacer burbujas enormes, su primer Halloween, ir al parque y a los juegos acuáticos.

Pero mi mente divagaba aún más, y recordaba todo lo que pasamos Lola y yo siendo niños.

Su diente flojo, cuando le enseñé que las arañas eran sus amigas y los escarabajos, la vez que no le gustaban sus zapatos nuevos, cuando no se quería cortar el pelo, cuando le ayudé a que no tuviera miedo al dentista, cuando rompió mi cohete y se disculpó, su amigo imaginario, nuestras peleas, sus travesuras, sus descuidos, su manera de ser tan graciosa, linda y traviesa. Jamás habría imaginado cómo sería cuando creciera.

El tiempo había pasado tan rápido y me sentía impotente, descuidado y que lo había malgastado. Este era el nuevo comienzo que necesitaba.

Y entonces me di cuenta de que papá pensó lo mismo, pero de cierta manera en diferente forma. Volteé a verlo, me miraba con una sonrisa, Nath le recordaba a Lola y a mí al mismo tiempo. Nath le recordaba a mamá en la cama del hospital sosteniendo su mano, Nath le recordaba a mamá estando embarazada de sus hijos, Nath le recordaba la emoción de incertudimbre del rostro, voz y comportamiento de nosotros al nacer. Nath le recordaba el tiempo que había pasado desde que yo nací hasta ahora, lo bueno y lo malo de la vida, la inocencia, el corazón y el amor.

Y sobre todo, que a mamá le hubiera encantado verlo.

En medio del silencio del cuarto con la respiración tenue de Lola dormida, empecé a llorar igual que mi padre. Me acosté en el sofá con mi sobrino en brazos porque no quería que mis lágrimas mancharan su rostro y empecé a tararear la canción de cuna que mamá solía cantarme.

Este era un nuevo comienzo para la vida de todos.

─No sé quién está más emocionado... ─murmuró Lola al despertar la mañana siguiente para desayunar, la enfermera le había traído comida tan insípida como su humor. ─Tú o yo.

Dejó el desayuno en la mesita y esperé a que se fuera antes de responderle.

─Es tu vivo rostro. ─le dije mientras le sonreía mostrando todos mis dientes, en unos minutos, volverían a traerle a su hijo. ─Me di cuenta tan pronto como lo cargué.

─Es un alivio que no saliera al padre. ─bromeó y reímos juntos.

─Recuerdo muy bien cuando te conocí. ─mencioné para que dejara de reírse, mucho esfuerzo le haría daño. ─Pensé en que me habían estafado a lo grande.

Volvimos a reírnos y ella tuvo que sostener su herida por medio a que se le abriera. Un poco asustado, tomé sus manos y paró de sonreír.

─Tengo miedo. ─susurró apretando con fuerza mis manos. ─Mi cabeza da vueltas y tengo muchas dudas.

─Oye... ─le hablé con dulzura, lo que más necesitaba ahora, era a su hermano mayor. ─No estás sola.

Sonrió con lágrimas en sus ojos, en unos momentos entró la enfermera con la cuna de Nath y lo cargó para entregárselo a Lola. Me quedé pasmado mirando la belleza y madurez de mi hermana al cargarlo y hablarle como lo hacía cuando estaba embarazada. "Y nunca lo estarás..." afirmé en mis pensamientos, "Lo prometí".

Día y noche me quedé al lado de mi hermanita, con una gran sonrisa en los labios, mi corazón latía tan rápido como una locomotora. Quería ver cómo ese niño crecía, hacía amigos, iba a la escuela, la reacción de Lola cuando llevara a la casa a su novia, su boda, sus sueños realizados, era una hoja en blanco que se llenaría conforme a los años. Sentí un cosquilleo en mi corazón, no podía ni imaginarme qué tan travieso sería el pequeño teniendo a Lola como su madre.

Charlie y LolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora