James nunca había recordado haber recibido semejante coñazo en su vida.
Se levantó después de que la palpitación en su cabeza cesara, o al menos diera tregua y dejara se sentirse como un corazón. Abrió los ojos, y lo primero que vio fue la luz blanca del sótano, tan incandescente como en un principio.
Levantó los dos brazos para acomodarse el cabello, y los sendos jalones que sintió le hizo ver con ansiedad al suelo. ¿No podía estar amarrado? ¿Verdad?
— ¡Maldición! —Dijo James al ver sus manos, en donde efectivamente habían dos grilletes amarrados a una cadena que nacía del suelo en sus manos. ¿A dónde había ido a parar?
—No digas malas palabras —James se exaltó de sobremanera la escuchar la voz de Dean. A pesar de estar pasando el mayor de sus terrores, su voz se amoldaba como la de una persona cuerda— Mi padre siempre decía que las malas palabras hacían malas a las personas.
—Supongo que entonces debiste haber dicho muchas de esas cuando eras apenas un niño —James habló desafiándolo, demostrándole así que no le tenía miedo en absoluto, aunque en realidad fuera una mentira. Por otro lado, Dean sonrió y le dio la razón.
—No te voy a negar que durante mi niñez, las malas palabras fueron unas de mis grandes amigas —Rió— Ahora, ya que viste las manos de mi querida Lisa, no tengo otra opción que retenerte aquí —¿Aquellas manos mutiladas pertenecían a una persona?
Bueno, por supuesto que un par de manos mutiladas debieron haber pertenecido a alguien, era simple lógica. Pero no se esperaba que la dueña de esas manos, en este caso, fuera un conocido del secuestrador. Ahora, para añadirle más drama a la ecuación, estaba a merced de un secuestrador que también era asesino y mutilador de personas.
— ¿Me vas a retener como a un preso? —James sacudió las cadenas con furia— ¡¿Qué no te das cuenta que la policía podría encontrarme?!
—¿La policía? —Dean se pasó los dedos por la cara, haciendo un puchero— ¿De verdad crees que la policía vendría a este sitio? No es como si el hogar de una ama de casa le llamara la atención a los cuerpos policiales. ¿Qué es lo que les llamaría la atención? ¿El hecho de que no le han cocinado y lavado a su esposo, o tal vez, el hecho de que no ha buscado a los niños al colegio? —Dean rió esta vez con malicia— No seas ingenuo, mi querido Castiel.
—Yo no me llamo Castiel. Mi nombre es James —Dean se levantó de la silla en donde estaba sentado, y caminó hasta la esquina en donde estaba la caja con las manos de Lisa— ¿Qué piensas hacer conmigo? ¿Matarme? ¿Robar mis órganos y venderlos en el mercado negro? Porque si es así, te informo que mis riñones tienen arenilla, mi hígado ya no funciona como hace diez años, y mi corazón tiene grasa —James mintió con el corazón palpitándole en la oreja. Hace no menos de cinco meses que había ido a hacerse un examen médico, en el cual determinaba su óptima salud física, dejándolo como un buen candidato para el ejército de su país.
— ¿De verdad me crees como uno de esos burdos ladrones? —Dean pateó la caja hasta los pies de James y caminó lentamente— Realmente no me interesa si te estás pudriendo por dentro, o si tienes la salud perfecta como para tomarte de ejemplo al hombre más sano del mundo. Estás aquí porque eres mi elegido —Dean sacó las manos de la caja y se las pasó por el rostro a James en una morbosa caricia— Tú me vas a ayudar a hacer cosas increíbles. Pero... Si hipotéticamente fuera a vender algo de ti... Serían esos hermosos ojos que tienes. Estoy casi seguro que valdrían más que cualquier zafiro que estuviera por ahí.
James empezó a sudar frío. Las manos tenían las palmas suaves, como las de una mujer, pero eso le añadía terror al momento que estaba experimentando; además, también estaba el simple hecho de que haría cosas con Dean.
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Stockholm ||Destiel||
FanfictionLa definición del Síndrome de Estocolmo dice que sucede cuando la víctima se enamora del victimario. ¿Esto se podría aplicar a lo que siente James Novak por el secuestrador Dean Winchester? Cuando lo primordial era en un principio escapar del escal...