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Lo poco que recordaba Dean después de sentir los maravillosos movimientos pelvicos de Castiel, es que su mamá seguía encerrada en el sótano.

Lo importancia que le atribuyó a ese hecho se podía comparar con la que le dio a los estudios universitarios; con la diferencia de que no sentía ningún remordimiento de conciencia al dejar a la mujer rubia debajo de la casa con las partes de los cueros de sus víctimas.

Además, ¿qué podría hacer Mary? No representaba un peligro real, y lo máximo que haría sería limpiar la sangre seca del suelo. Porque, desde que comenzó a matar, Mary pareció haberse despegado del mundo real y estar metida en una burbuja de la madre perfecta que ayuda a su familia en las necesidades básicas.

Y sin embargo, por más que meditara acerca de la inutilidad de su señora madre, no pudo luchar contra el sueño y la pulsante necesidad de dormir abrazado al pecho de Castiel. Había pasado demasiado tiempo desde que dormía con alguien, que sentir el calor corporal de alguien más le resultó curioso.

***

"¡Que alguien me ayude!"

Castiel solamente podía gritar internamente cuando Dean decidió caer dormido en su pecho. Por mucho, fue la experiencia más espeluznante por la cual había pasado; era como tener encima a una tarántula supuestamente indefensa y que esta se haya quedado dormida. Por supuesto que él no se iba a mover ni siquiera para respirar correctamente, tenía mucho miedo de lo que pudiera pasar después de eso; pero, a diferencia del arácnido, con el inestable rubio no se sabía que clase de consecuencias traería un movimiento en falso.

Así que se quedó observándolo hasta que sus propios párpados se hicieron pesados y cayó dormido con los brazos alrededor del cuerpo del rubio. Se movieron un poco durante el sueño, para sacarse lo que se debían sacar y para echarse encima una sábana.

Misteriosamente, el miedo le dio a Castiel una experiencia de sueño reparador.

***

Al amanecer, se despertó lentamente. El baño le llamaba como el chocolate llama a los golosos.

Tenía ganas de orinar. Pero los brazos de Dean estaban firmemente aferrados a él, y moverse sería tan peligroso como pararse sobre una mina.

¿Sería una mala idea si orinaba encima de Dean?

"¡Que alguien me ayude, por favor!"

Entonces Dean se movió, le dio la espalda a Castiel y se acomodó contra la almohada, restregando en el proceso su trasero contra el apagado miembro del pelinegro. Algo que fue una mala idea, porque esa parte de la anatomía de Castiel comenzó a despertarse.

Genial. Ahora tenía que ir a orinar con una erección encima.

***

Castiel salió del baño después de hacer todo lo que su cuerpo le pedía. Y se quedó parado a la mitad de la habitación sin saber que hacer. ¿Regresaba con Dean a dormir o se iba corriendo de la casa a las tres de la mañana en busca de su libertad?

Tal vez podía hacer lo segundo a las cuatro de la mañana, porque automáticamente regresó a la cama con Dean y lo abrazó por la espalda. No le vendría mal dormir unas horas en la cómoda cama del chico desestabilizado.

—Tarta... Asiáticos... Porno gay... —Dean comenzó a murmurar palabras entre el sueño. Castiel aguantó la respiración asustado- Castiel...

Y sonrió, aunque no sabía ni por qué lo hizo.

***

Dean despertó a eso de las nueve de la mañana, y lo primero que vio fue el techo. Creía que siempre había sido blanco, pero en realidad era gris, como si estuviera sucio.

Luego, su piel se erizó al sentir en su nuca la respiración de alguien.

Volteó para ver quién era, y se enorgulleció al ver como Castiel lo tenía abrazado por la cintura. El hombre aún dormía; su rostro estaba relajado, limpio e imperturbable.

No se resistió a acariciarle las cejas y bajar por toda la extensión de su cara. Tenía las mejillas rasposas —casi siempre le dejaba sin rasurarlo, porque le encantaba como su cara se cubría de barba hasta el cuello—, dándole a entender que fue resiente el momento en que se rasuró; y unos labios suaves, rosados y un poco agrietados.

¿Quién podría haber asegurado que Dean Winchester dormiría alguna vez en la misma cama con un hombre tan atractivo como él?

Sin embargo, sus suaves pensamientos duraron poco; regresó a la realidad y se dio cuenta que estaba pensando más de lo aceptado en ese hombre. Fue realmente extraño para él. En general no tenía pensamientos de alabanza o preocupación por nadie —excepto tal vez por Sammy—, y descubrir que le gustaría repetir ese momento con Castiel, fue mucho más de lo que podía digerir.

Así que Dean se quitó poco a poco los brazos del hombre de su cintura y se levantó para ir al baño. Uno de los principios del sexo gay que seguía al pie de la letra era que, siempre, después de cualquier encuentro sexual, él tenía que limpiarse y en ese caso: Tenía que sacarse el semen que tenía dentro.

Entró al baño y cerró la puerta suavemente. Se miró al espejo y esa sonrisa que encontró le demostró lo satisfecho que había quedado. Además de ello, tenía en el cuello marcas de besos salvajes y más abajo, por ahí cerca de sus caderas, tenía moretones con la forma de los dedos de Castiel; había una marca de una mordida debajo de su oreja, y las palmas de Castiel dibujadas en rojo en sus piernas.

Definitivamente, sus marcas eran como trofeos de batallas, al igual que ese dolor picoso que se instalaba por su espalda baja. Le excitó un poco sentir esas corrientes chiquitas de dolor que emanaban de su entrada; y con sus mejillas coloradas y el cabello desaliñado en varias direcciones, se metió a bañarse.

¿Dean seguiría igual de feliz si supiera que Castiel estaba saliendo de la habitación para escapar de la casa?

***

—Cas, tengo que admitir que eres todo un semental en la cama —Dean salió del baño con una toalla envuelta en sus caderas. Tenía la voz un poco ronca de tanto gritar— ¿Cas?

"Cas" no estaba en la cama. Ni en la habitación. Ni en el sótano. Y probablemente tampoco en la casa.

La mirada de Dean se oscureció ante ello. El verde parto que tenía atrapado en sus ojos de repente se volvió un turbio escenario que cargaba la ira de ser engañado. Así que rápidamente se colocó un boxer negro y unos pantalones, para agarrar el arma que guardaba debajo de la cama para ocasiones especiales.

Bajó por las escaleras hecho una furia, y pasó de largo la cocina, para ir directamente a la puerta. Mas sin embargo, esta estaba cerrada con llave. Eso le sorprendió.

¿Castiel se había ido?

— ¿Qué piensas hacer con esa cosa? —Una voz, mucho más ronca que la él y muchos grados más sensuales rompió el silencio. Dean se giró sobre sus pies y miró a Castiel, que con un pantalón puesto y el pecho descubierto, miraba aterrado al joven con el arma en la mano— Si vas a matarme, espero que no sea de una bala.

—Castiel. Tú... estás aquí. No te fuiste —Dean dejó caer el arma al suelo y caminó consternado hacia el hombre pelinegro— De verdad no te fuiste.

—Que observador eres —susurró con miedo— Aunque ni idea de por qué no lo hice...

Dean cerró la distancia entre ellos dos y lo abrazó como si tuviera miedo a perderlo. Castiel se congeló al momento, nunca se esperaría un abrazo de parte de Dean mientras estuviera en todos sus sentidos; y Dean, él no tenía ni idea de por qué hacía eso. Sus corazones latían desenfrenados, y cada uno podía sentir el ritmo del otro; mientras que uno se impulsaba por el miedo, el otro lo hacía por la sorpresa.

—No me dejaste...

Castiel estaba aterrado.

—No Dean —dijo después de un minuto de silencio abrumador— No te dejé.

Y pasó sus brazos por la cintura del otro, correspondiendo así el abrazo. Dean ocultó su rostro en el hueco que había entre el cuello y el hombro de Castiel. Se sentía seguro entre los brazos de ese hombre, y ahora, con más razón, no iba a dejarlo ir.

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c:

Stockholm ||Destiel||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora