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— ¿Sabes que le pasa a Sam? Lo noto un poco... enojado. — Ruby le susurró a Jess después de que Sam ignorara a Gabriel.

—No tengo ni idea, desde que llegó de la casa de sus padres ha estado así. Supongo que fue de nuevo Dean... 

En la vida de Sam había un minúsculo puesto para sus amistades y la vida social. Y en ese espacio, habían bifurcaciones en las cuales se acomodaban las personas que integraban ese círculo.

Estaba Gabriel, que en sus palabras eran unos no-amigos; algo así como una amistad en donde se podían hacer de todo sin tener lazos emocionales que conllevan una relación de esa magnitud. Estaba un tipo sumamente inteligente y de orígenes asiático, llamado Kevin y bueno,  no hablaba mucho con él. Una linda pelirroja de nombre Charlie —aunque ese no era su nombre verdadero—, que compartía con él muchas cosas, entre las cuales iban sus gustos por las mujeres; una chica que tenía tendencias satánicas, de nombre Ruby (la cual a veces se le insinuaba) que tenía una competencia con la chica bella de la clase de nombre Lilith, y su novia bellísima, Jess. La última persona, a pesar de que era muy importante, no ocupaba su cabeza tanto como quisiera.

Sam, estaba inevitablemente molesto ese día con todos; sentía que vivía el mismo martes una y otra vez. Era como si cada diez minutos fuera un nuevo día, pero descubría que seguía atascado en el mismo maldito sitio desde el comienzo. Gabriel estaba fastioso, más de que costumbre, y sentía que lo tenía pegado en la espalda susurrándole lo mucho que se divertiría en los bosques de Canadá; por más que invocara su paciencia, parecía ser que ella nunca aparecería.

—Sammy... amor —le susurró Jess a Sam con cuidado, procurando tantear el terreno antes de que sucediera una estupidez— ¿Sucede algo?

Sam, desvió la vista de la ventana, y miró a su dulce chica. Siempre que tenía tiempo, se enfocaba en pensar en lo hermosa que era esa mujer: Lo muy delicada que era, con sus rulos rubios cayendo en sus hombros como cascadas de oro, esos labios tan rosados y femeninos junto a esa fragancia majestuosa. No pensaba casi en su cuerpo hecho por los ángeles, ya que de por sí, era lo primero que veía; y sin embargo, una enorme duda asaltaba su cabeza, y era: "¿Por qué me prende más la imagen de mi hermano en franela, que el pensamiento de Jess sobre mí?"

Oh... Nada, cielo. Es sólo que estaba pensando en... Mi padre.

Por supuesto que era una mentira asquerosa. Sam no pensaba en John desde que lo sacaron en una ambulancia al hospital; sin embargo, el constante fantasma de su recuerdo lo atacaba en ocasiones singulares. Jess miró a su Sammy con un dolor palpable, le entristecía en el alma ver como su chico sufría.

—Oh Sammy —Jess lo abrazó, pegándole sus pechos en la cara al pelilargo. Sam se enrojeció levemente pero no evitó rodear la cintura de Jess con sus brazos— ¿Sabes? No necesitas asistir a clases si te sientes tan mal; tienes unas notas excepcionales, y no te vendrían mal un descanso.

Sam lo que menos quería era un descanso. Si su mente se ponía a divagar, iba a terminar pensando en su hermano y en lo que hizo con el tipo aquél. 

—No—dijo firmemente— No... Yo... No lo necesito, solamente es otro momento.

Jess acarició los cabellos del chico con mucho amor. Su abrazo perduró un largo rato, haciendo que Sam se sintiera ligeramente mejor.

—Aww, que lindo es el amor —le susurró Gabriel a Ruby mientras masticaba una barra de chocolate— Como me encantan ver las parejas unificadas en un círculo lleno de cariño y sentimientos cursis —sonrió y miró a la chica— ¿Estás de acuerdo conmigo, Esmeralda?

—Es Ruby —le gruñó Ruby a Gabriel, mientras arrugaba un papel entre sus puños al ver la escena que cargaba Sam con Jess— Y si vas a buscar a alguien para joder, te aconsejo que no te metas conmigo. A mi no me tiembla la mano para darte tu merecido. —miró a Gabriel, que le sonrió retador y salió del salón atropellando a una persona en el momento.

— ¡Dios! Cada vez que veo a esa chica, inmediatamente después veo una pared o el suelo —Charlie caminó hasta Gabriel mientras se acariciaba la cara (se había golpeado contra la pared)— Pero no puedo negar lo muy buena que está...

La cara de Gabriel se desfiguró en una enorme carcajada y no pudo evitar atraer las miradas de muchas personas. Al fin y al cabo, entre el grupo de amigos, él era el más escandaloso.

***

— ¿Tienes un siete? — Castiel miró confundido a Dean. ¿Por qué le estaba preguntando eso?

— ¿Un qué?

—Un siete.

¿Qué le pasaba a Dean? 

Castiel estaba sosteniendo en su cabeza un paño lleno de hielos para ablandar la hinchazón de su cara. Dean le estaba vendando la parte de la cara que no tenía el paño y le curaba algunas heridas viejas que tenía en el cuerpo; parecía ensimismado en sus acciones, pero había algo que le quitaba la atención del rubio, y eran las cadenas que amarraban sus brazos. Porque después de que Dean lo abrazara tan amorosamente, lo sentó en el suelo, junto a una pared y lo esposó a ella; luego hizo cosas impropias de él, como ir a buscar un set de primeros auxilios para curar las heridas de su cara.

Y eso, por más estúpido que sonara, no le había sorprendido.

— Bueno, no sé a qué me refiero —dijo Dean después de un silencio corto— Lo había escuchado de la conversación de unas niñas cuando salí del trabajo hace unos días; creo que estaban jugando con las cartas.

¿Qué tan ido estaba Dean como para llegar a comportarse como un estúpido?

— ¿Estás bien? —Castiel se atrevió a preguntarle a Dean cuando este dejó su ardua labor de descontaminar las heridas y colocarle benditas de corazones y ositos.

Dean lo miró con esa expresión que le sacaba el aire, y al ver como sus ojos verdes lo analizaban de arriba a abajo no hizo anda más que tragar saliva pesadamente.

—Yo estoy bien... ¿Por qué lo preguntas?

Dean estaba atónito. ¿Por qué le preguntaban eso si el herido era él?

—Hmm... Por nada en específico —Castiel desvió la vista hasta el paño lleno de sangre seca y luego cerró los ojos, dejándose llevar por el frío que abrazaba su rostro— ¿Qué ibas a hacer con esa sierra?

—Cortarte en pedazos... Pensé que te había asesinado y bueno... Según Jody; las mejores maneras de deshacerse de un cuerpo es cortar las partes que hacen reconocible a las personas y esparcirlas por ahí. De esa manera, sólo entonces tienes un cuerpo, pero no lo necesario para identificarlo —Dean terminó de vendarle la cara a Castiel y se levantó del suelo— Por si te lo preguntabas, te iba a quitar las manos y las pondría en... por ahí; luego cortaría tus pies, y me quedaría con tu cuerpo. 

— ¿Eso hiciste con tus otras víctimas? —Castiel se atrevió a preguntar, sin ver la reacción de desconcierto que tenía Dean en la cara— Supongo que alguien como tú debe tener mucha experiencia en esto...

Dean no le respondió inmediatamente.

—Pues... No sé si ya te diste el tour turístico por el sótano; pero en caso de que no lo hayas hecho, te adelanto de que solamente hay partes del cuerpo de la gente —Dean hizo énfasis en la palabra partes— Y ni siquiera son partes que la gente reconoce habitualmente. —Se encogió de hombros al final, ocultando la amarga sensación de sentirse indudablemente ofendido.

— Y si no te quedas con todo el cuerpo, ¿qué haces con el resto que te sobra? ¿Lo tiras simplemente como si fuera basura? 

—Tal vez...

Castiel suspiró con pesar. Esto de estar secuestrado era más cansino de lo que hubiera imaginado.



Stockholm ||Destiel||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora