Dean subió el sótano, con las manos llenas de sangre y la cara salpicada.
— ¡Mamá! —Mary estaba por ahí haciendo la comida. Miró a su hijo, como venía corriendo y lleno de sangre hasta la ropa y suspiró— Mamá... Creo que maté a Castiel.
Mary suspiró: —Hay desinfectante en la alacena, las palas están en el sótano, la sierra la tienes detrás de la casa; hay bolsas negras en el jardín, los fósforos y la gasolina dentro del impala. Y los guantes están debajo del lavaplatos —Dean la miró como si estuviera hablando un idioma muerto— ¡No vayas a creer que volveré a cortar el cuerpo! La última vez casi pierdo un dedo.
— ¿Qué? No. Te iba a pedir ayuda para reanimar a Castiel. —Mary lo miró con desganas.
Ella sabía como asesinar a alguien, no como revivirlo. Dean cada día daba más trabajo que sus marchitos lirios.
— ¿Qué? —Dean la miró esperando a que de sus manos saliera una luz mágica y curara a Castiel.
—Por Dios, mamá. ¿Qué hago?
—Déjalo morir. Podrás agarrar a otro después. —Mary le dio la espalda a Dean y salió de la cocina. Estaba harta de tener que soportar todo eso, así que se fue hasta un bar que abriera a esa hora.
Empezó a desesperarse... Así que, aplicando los conocimientos que tenía al ver Doctor sexy, buscó unos paños, colocó a calentar un agua dentro de una olla y fue corriendo a buscar alcohol y agujas junto al hilo de cocer. No quería arruinarle la cara a Castiel cociéndola, pero si con eso podía revivirlo, tendría que sacrificar su belleza.
***
Castiel abrió los ojos. Recuperó la conciencia poco a poco y vio que estaba solo en el sótano.
Dean lo había dejado en tirado y se había ido. Castiel se dio cuenta de que no le importaba nada a Dean; y no supo como sentirse en ese momento.
La vista la tenía borrosa, y escuchaba un pitido constante. Le dolía el cuerpo como si lo hubiera arrollado un autobús, y la sangre que tenía adherida en la cara se volvía pegajosa; esperaba no tener nada roto, porque ese si sería un verdadero problema.
Trató de levantarse y reprimir gruñidos de dolor, y casi lo logró. Porque cuando estuvo sentado, el dolor de cabeza fue lo suficientemente horrible como para gemir un poco; Dean tenía la mano pesada.
Enfocó su vista en el suelo, y vio como caían las gotas de sangre de su cara.
Por un momento pensó que estaba muerto, y se habría alegrado de estarlo sino fuera por el zumbido de una voz venida detrás de sus oídos que le decía cosas inteligentes: «¿En serio es bueno estar muerto, mientras dejas a tu hija a su suerte?»... Castiel se sentía muy egoísta en ese momento; dejar a su suerte a su pequeña hija.
Por una vez en su vida, trataría de dejar su comodidad de por lado y haría todo lo posible para salir del encierro (porque, siendo sinceros, no había intentado escapar de ahí). Afortunadamente no había recibido golpes en otro sitio que no fuera su cara, pero el impacto al caer al suelo lo dejó desorientado por un momento; y aún así, se levantó y se estiró lo más que pudo. Sus huesos tronaron como galletas que se trituran con la mano, y el dolor en su cara no fue más llevadero.
Caminó hasta el sitio en donde se había bañado y tomó la toalla, que por no secarse adecuadamente, seguía húmeda y con un ligero olor a podrido. Se secó la cara con ella, y, gimiendo de dolor en el proceso, se limpió las heridas. Pudo ver como el pedazo de tela cambiaba de color y la sangre se impregnaba como un morboso perfume; y pasándose la mano por donde sentía el doloroso palpitar, se dio cuenta que ya no había sangre.
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Stockholm ||Destiel||
FanfictionLa definición del Síndrome de Estocolmo dice que sucede cuando la víctima se enamora del victimario. ¿Esto se podría aplicar a lo que siente James Novak por el secuestrador Dean Winchester? Cuando lo primordial era en un principio escapar del escal...