Días, semanas, y Castiel no sabía nada de Dean.
Amelia había regresado después de su huida al motel, y hacía todo lo posible para recuperar a su esposo. Era más que claro que cada intento era más fallido que el anterior.
Y aún así, nunca dudó en esos días que llevaba con su esposo.
Sin proponérselo, habían cumplido el pedido que había hecho Dean a Mary aquél día mientras comían en la cocina. No quería que Castiel fuera verlo.
Y así fue. No lo había visto.
***
Sin embargo, eso no quería decir que era fácil para ellos quedarse de brazos cruzados sin hacer nada. Al menos para Dean, estaba obligado a quedarse quieto, porque al más mínimo problema, su condena sería tan larga como la lista de asesinatos que aún seguía oculta a los ojos de la policía.
Algo que, por supuesto, no estaría tan oculto por mucho tiempo.
Porque Mary quería muchas cosas, y entre esas era la felicidad de su hijo. Pero si la felicidad de su hijo traspasaba los límites legales y los límites que separaban su cordura de la demencia; entonces tendría que ponerse dura ante la más mínima oportunidad que se le apareciera. Un ejemplo era el de ese momento.
Estaba en la sala de su casa, comiendo con Ketch una rica cena que había preparado para esa ocasión, con una excelente botella de vino; la cena no tenía un motivo específico, excepto tal vez, el revelar la lista de crímenes del primogénito de Mary.
— ¿Sabes? Hay cosas de las cuales no me arrepiento de hacer —comenzó relatando el hombre. Tenía en una mano la botella de vino y en la otra la copa en donde serviría el líquido. Mary estaba ordenando la mesa— Una de esas fue conocerte.
Mary soltó una carcajada. Era un piropo tan común.
—Que romántico me saliste —se burló. Ketch también rió— Supongo que pudiste conquistar a muchas mujeres con esas sutiles y originales palabras.
Ketch sonrió.
—Más de las que crees —y procedió a llenar la copa con vino. Mary por fin tomó asiento al frente del hombre y compartieron una mirada— Pero tú siempre tendrás algo que las demás no tuvieron...
— ¿Un hijo psicópata? —ironizó.
—Una brillante sonrisa y un temple de acero —le aclaró, haciendo que sus mejillas se volvieran de un tenue carmín— Eres la flor más bonita que he visto en mi vida. Y no lo digo sólo por el hecho de que prácticamente estoy saliendo contigo; sino porque eres tan única, y tan fuerte...
Mary le cortó el discurso. Sentía que en cualquier momento rompería en lágrimas; sólo John le había dicho palabras tan importantes en su vida.
—Por favor, no hagas esto —le dijo suspirando— Sé que quieres aprovechar la información que te puedo dar, pero por favor, no te aproveches de todo.
Ketch enmudeció. Al parecer su labia no podía convencer a Mary.
Sin embargo, no cambió de expresión. Sólo asintió y se sentó adecuadamente en la silla, esperando que Mary soltara la información como las nubes sueltan las gotas de agua.
—Te diré todo lo que quieres saber. Pero antes debes cumplir las peticiones de Dean —ahí fue cuando Ketch arrugó el gesto— Es eso, o nada.
Bueno, no todo era perfecto.
— ¿Qué quiere tu ocurrente hijo? —preguntó con una leve resignación de que dejó escapar al pez gordo.
—Quiere que Castiel no lo vea en todo el tiempo de la condena y que Sam y yo queremos fuera de todo esto —Mary le dio un mordisco a la pasta que había preparado— Es eso solamente. Tómalo o déjalo.
Ketch se golpeó el rostro mentalmente. Dean no pedía mucho, sólo prácticamente eliminar a todos los testigos del caso y así usar la palabra de Ketch —junto a los demás abogados, Amelia y Jody incluida— contra la suya. No tenía pruebas físicas de que el hubiera cometido un delito mayor —como si el secuestrar a alguien no fuera lo suficientemente feo—, así que estaba nadando entre litros y litros de la absoluta nada.
¿Cómo era posible que un pedido interesado (aparentemente) fuera tan bien planeado, como el mayor jaque mate de la historia?
— ¿Y por casualidad no quiere también que lo dejen en libertad? Porque eso sería la cereza del pastel, como dirían ustedes los americanos —Mary rió, su hijo era mucho más inteligente y estratega de lo que aparentaba— Mary, prácticamente me estás pidiendo ir directo a la guerra sin tener mi armadura lista. No soy a pruebas de balas.
Si Dean hubiera escuchado esa frase, probablemente daría fé de ello, porque le hubiera metido una bala justo en medio de las cejas.
—Si aceptas lo términos y condiciones, yo suelto el contenido. ¿No te parece lo suficientemente justo? —Ketch refunfuñó. Era justo. Demasiado justo. Y mucho más para alguien que estaba acostumbrado a jugar con trampas.
Después de unos minutos en silencio, interrumpidos solamente por el sonido del masticar de Mary, Ketch se decidió por aceptar. Total, Dean iría preso de una forma u otra.
—Si, acepto. Ahora dime todo.
Mary sonrió y tomó un trago de la copa que tenía vino. De repente, la victoria sabía mucho mejor acompañada con la copa de un buen vino.
***
Esa noche, Ketch comprendió que los americanos si necesitaban televisión. En serio, alguien que solamente se dedicaba a matar de esa forma, y dejaba a los cadáveres tan despedazados, era porque tenía mucho tiempo libre.
¿A quién jodido se le ocurría quitarle las manos de a su novia mientras estaba viva?
Eso era mucho peor de lo que se le había ocurrido. Y eso le hizo creer que Dean era alguien que merecía sus respetos.
Salió de la casa con una lista de nombres de las víctimas, de su formas de muertes, y de un testimonio hecho por parte de una fuente segura (pero que tristemente sería anónima). Lo peor de todo es que no pudo encontrar los restos, ni fotos de ellos. Pero no todo estaba tan mal. Tenía las herramientas que usó para descuartizar a esas personas, y tenía una escena del crimen (que Mary había limpiado), pero la tenía.
Había ropa (ese traje de Crowley, que había tenido como trofeo) y un diente que casualmente encontró por ahí. No sabía a quien pertenecía el último, pero algo le decía que debía ser importante; en especial si ese diente tenía una cadena alrededor.
Mary en todo el proceso de la charla, tomaba una copa de vino hasta que se acabó la botella completa. Y aún así, al final de la noche estaría tan cuerda como cuando lo estuvo al principio de la tarde.
¿Su secreto? Tomar todos los días suficientes tragos de licor como para joderse el hígado y aliviar sus penas.
Ketch se despidió de ella y salió de la casa. Esperaba que en el futuro esa casa quedara como museo.
***
Lo próximo que se supo, fue que Ketch presentó las pruebas a una fiscalía para hacer una denuncia contra el ciudadano Dean Winchester, por cargos de secuestro, tortura y asesinato de al menos quince personas.
Las respuesta no fueron necesarias, porque sabía que Dean tendría una audiencia y sería sentenciado. Y si el día estaba a su favor, esa sentencia sería a muerte.
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Cuenta regresiva: 3
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Stockholm ||Destiel||
FanfictionLa definición del Síndrome de Estocolmo dice que sucede cuando la víctima se enamora del victimario. ¿Esto se podría aplicar a lo que siente James Novak por el secuestrador Dean Winchester? Cuando lo primordial era en un principio escapar del escal...